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Ramoncín, que fue procesado por falsedad documental y apropiación indebida, exige la dimisión de Ayuso por la investigación de su novio

Ramoncín, que fue procesado por falsedad documental y apropiación indebida, exige la dimisión de Ayuso por la investigación de su novio

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El procesamiento del rey del pollo frito en el caso de la SGAE fue injusto y nunca debió haberse producido. No solo eso: todos los procesados en aquel terrible caso con el que la Audiencia Nacional dio decenas y decenas de portadas e inundó los Telediarios y las tertulias políticas durante diez años, fue un inmenso fiasco que terminó en nada. Bueno, en nada, no, porque destrozó injustamente la vida de personas, familias y empresas. Después de diez años de calvario mediático, judicial y profesional, los acusados fueron absueltos. Y muchos de ellos, como Teddy Bautista o Caco Senante, terminaron con su vida profesional destruida, económicamente arruinados y socialmente estigmatizados. Ramoncín, para el que la fiscalía pedía más de cinco años de prisión por apropiación indebida y falsedad documental, quedó naturalmente absuelto. Todo fue producto del fervor inquisitorial de un fiscal y de un juez de la Audiencia Nacional (que por cierto, siguen en lo mismo) y –dicen- de una vendetta político-económica.

Cuando todo acabó y el souflé se vino abajo, nadie les pidió perdón, nadie resarció nunca los daños causados y nadie por supuesto les reparó en esa forma de autoestima social que llamamos honor.

Se les sometió a la pena del banquillo, a un terrible y repugnante juicio mediático en el que periodistas y tertulianos se comportaban como savonarolas enfurecidos, y se les dio la muerte civil.

Solo Ramoncin ha conseguido, si no ser quien era, sobrevivir al menos a todo aquel calvario trufado de falsedades.

Lo que pone los pelos como escarpias, lo que deja pocas esperanzas sobre la naturaleza de la condición humana (uno es como es y nunca aprende) y llama poderosamente la atención es que quien sufrió y pasó en su día por todo aquel linchamiento se sume olímpicamente ahora a la lapidación pública e inmisericorde de otro ciudadano -que en este caso, casualmente, es el novio de Isabel Díaz Ayuso– en un tema fiscal por el que todavía no ha sido ni siquiera procesado, sino simplemente investigado.

Ramoncín, que es quien mejor debería comprender que hay una garantía democrática esencial que es la presunción de inocencia, apunta sin embargo con el dedo inquisidor y dice ahora a la numerosa audiencia de un conocido programa de televisión: «Cuando tú estás al lado de un desahogado que es capaz de ganar millones y millones cuando la gente se está muriendo vendiendo mascarillas debes saber al lado de quién estás». Luego, por esa razón, exige a Ayuso que dimita, que haga las maletas y se vaya a su casa.  

Parece mentira. Siempre, el que más debe callar es el que más alto habla. Allá Ramoncín con sus incoherencias. Una cosa es tener la ideología que cada cual quiera tener (es un hombre de izquierdas) y otra distinta es que esa ideología sea la patente de corso para ejercer el sectarismo y la lapidación del contrario. Ramoncín, personaje mediático, ex directivo de la SGAE, líder musical de una juventud ochentera, sermoneador previsible de tertulias, lo sufrió en carne propia. Pues no ha aprendido nada.

¿Qué habría dicho Ramoncín, de no haber estado trabajando en la SGAE y de no haber sido procesado por ello, sobre cualquier otro cantante –quizás del PP- procesado por apropiación indebida y falsedad documental “con el exclusivo objetivo de procurarse un lucro ilícito” (lo decía como si nada el juez instructor) a costa de la Sociedad General de Autores? Afortunadamente, el cantante fue absuelto. Lamentablemente, ya no canta –o canta poco- y, eso sí, acusa.

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