Pedro Sánchez (el marido de la sutil Begoña, la amiga del rico Hidalgo, el jefe del solícito Aldama, el socio del omnipresente Koldo, el esbirro del jactancioso Ábalos, el ministro del altanero Sánchez, etc etc) está consiguiendo que pasemos de las cloacas del Estado al Estado como cloaca.
Una cosa es que el Estado, como fría maquinaria de poder, oculte entre sus últimos recodos zonas de sombra inconfesables (siempre reprobables) y otra distinta es que el Estado entero se convierta en una siniestro mecano para traspasar límites y traicionar legitimidades en el que la ley pasa a ser un instrumento de dominación solo a disposición de los poderosos.
La diferencia entre un Estado con cloacas y el Estado como cloaca es la diferencia que existe entre el poder institucionalizado y el poder de la mafia.
Da la impresión de que el sanchismo no es más que un proceso de conversión de la fiscalía, la agencia tributaria, la abogacía del estado, la policía y la judicatura en sicariatos de la Moncloa.
No es solo la conversión de España en una República Confederal de Izquierdas: es la transformación del Estado en la Cosa Nostra.
Pedro Sánchez y los suyos no solo están destruyendo la concordia entre los españoles, la democracia representativa, la división de poderes y la independencia judicial. Pedro Sánchez está destruyendo el Estado.