Tal día como hoy, 7 de enero de 891, nacía en Córdoba Abderramán III, que llegaría a ser el primer califa independiente de la dinastía Omeya.
¿De dónde había salido este Abderramán? De una mezcla singular de sangre árabe y española. Treinta años atrás, en 860, el príncipe Fortún Garcés de Pamplona había sido llevado a Córdoba en calidad de rehén; con él viajaba cautiva su hija Oneca. Esta Oneca fue entregada en matrimonio al entonces príncipe Abdallah. Oneca tuvo un hijo de Abdallah: Muhammad. Oneca volverá a Pamplona, pero Muhammad se quedó en Córdoba. Pasará el tiempo y este Muhammad, medio omeya y medio pamplonés, se casará con otra cautiva cristiana: la concubina Muzayna. De Muzayna nace Abderramán. Cuando Muhammad muera asesinado en una de las innumerables intrigas de la corte, Abderramán, nieto de pamplonesa, hijo de cristiana, será designado como sucesor.
Abderramán III llegará al trono con 21 años y reinará durante casi medio siglo. No es difícil hacer su retrato psicológico: criado en un auténtico lago de sangre, asesinado su padre, ejecutado su tío, había crecido en un mundo que se desmoronaba. Estudioso y reservado, enérgico e introvertido, inteligente y duro, Abderramán era muy consciente de la situación caótica del emirato, desgarrado por luchas territoriales, con los gobernadores locales convertidos en poder autónomo y, para colmo, un levantamiento cristiano en el interior, el de Omar ben Hafsún. El nuevo emir multiplicará las campañas militares con una áspera mezcla de ferocidad y diplomacia. Sus tropas asolarán Andalucía, Extremadura, Levante y Toledo, siempre con esa combinación de crueldad y generosidad que le permitirá ganarse tanto el temor como la sumisión de los antiguos rebeldes. En 929, sin enemigos vivos en Al-Andalus, Abderramán se proclamará califa, poniéndose en pie de igualdad con los califas de Damasco como enviado de Alá. Córdoba vivirá su mayor esplendor.
Un gran personaje, pues, Abderramán III. Pero también un tipo de una crueldad sin límites. En cierta ocasión hizo quemar el rostro de una concubina porque le rechazó un beso. A otra, por idéntico motivo, la hizo decapitar en el harén; el verdugo se llevó como premio las perlas que cayeron del collar roto de la desdichada. Es el mismo Abderramán que hizo decapitar ante la corte a su hijo Abdallah porque había conspirado contra él. El mismo que, fastidiado por unos esclavos negros, hizo colgarles de las palas de una noria hasta que murieron ahogados. Y el mismo que encaprichado de un mozalbete cristiano cautivo, Pelayo, sobrino del obispo de Tuy, quiso violarle; como Pelayo se negó, Abderramán le mandó matar. Hoy veneramos a este muchacho como San Pelayo.
Otros hechos:
1536: Muere Catalina de Aragón, reina consorte de Inglaterra, esposa de Enrique VIII.
1720: Nace José de Gálvez, gran político y jurista, hermano del héroe Bernardo de Gálvez.
1936: Alcalá Zamora disuelve las Cortes y convoca elecciones para el 16 de febrero.