Cuius regio ejus religio
Hay dos modos de mentir cuya diferencia no es de grado, sino de naturaleza, aunque probablemente el abuso del primero lleva siempre al segundo con el tiempo.
En el primer modo, el sujeto es plenamente consciente de que está diciendo una mentira. Sabe cuál es la verdad, pero miente para conseguir su objetivo.
En el segundo, la persona no es tanto consciente de que miente como indiferente en absoluto a la verdad. Va a decir lo que considere necesario, sin apenas dedicar un pensamiento a que sea o no cierto. La verdad, en este segundo caso, no es algo que se oculte, sino que se juzga irrelevante. Esta persona no se mueve siquiera en un mundo de cosas ciertas y cosas falsas, sino solo de declaraciones útiles o perjudiciales para el propio avance.
La política es el hábitat natural de estos últimos modos de mentira. Cuesta, incluso, llamar mentirosos a sus perpetradores, porque parece casi elogioso, como si el aludido fuera capaz de concebir una verdad en su campo.
El Partido Popular es contrario a la ilegalización de Bildu a escala nacional, pero partidario de ella -Bildu es ETA- en Madrid, con Isabel Ayuso. Ahora, esto podría darse en una formación pluralista, tolerante con la disidencia interna, pero no es ese el caso del PP. Y tampoco hay disenso o enfrentamiento entre Ayuso y Feijóo: el líder ‘pepero’ aplaude que la presidente madrileña diga en su campaña lo que dice, mientras él dice en la suya lo contrario. Es solo que en Madrid conviene decir lo segundo porque la prioridad es quitarle votos a Vox, y el mensaje bien vale dos escaños.
“Cada uno va a un electorado diferente”, dicen en Génova, según Vozpópuli, sin que la cosa parezca resultarles extraña o disfuncional, no digamos inmoral.