Sánchez en Marraquech
Fue una comedia de éxito de José Luis Alonso de Santos adaptada al cine a finales de los ochenta por Fernando Colomo. La expresión “bajarse al Moro” era un dicho bastante extendido en aquella España joven y libre (o tempora, o mores) para referirse a la escapada que algunos insensatos hacían a Marreucos para comprar hachís y traérselo después a España y venderlo al menudeo.
El país se ha degradado tanto que ahora el que baja al país alauita es el mismísimo presidente del gobierno, con su gorrilla de hortera y sus gafas de traficante de película magrebí. Con esa pinta Sánchez parece, más que un presidente del gobierno de España, un marsellés del hampa portuaria. Que cosa más fea, la gorrilla esa sobre su cabeza.
Su desfachatez es tan inconmensurable que no solo se permite el desaire de plantar al rey Felipe VI en Marivent sino que además utiliza esos días para darse una fuguilla vacacional en Marraquech, cuya célebre plaza está llena de monos, pulgas, perros, encantadores de serpientes (mucho colega por ahí, Sánchez) comida repugnante y turistas occidentales en busca de un exotismo de pega donde se habla francés.
Lo impresionante no es solo que plante al rey de España para marchar disfrazado de turista a Marraquech, sino que lo haga tras el escándalo Pegasus y todas las sospechas políticas que se han derivado de el, como la inexplicable entrega del Sáhara. Lo vergonzoso es que se vaya de vacaciones al país que pone diariamente en jaque a España, y que posiblemente tenga al presidente cogido por según que parte.
Cabe pensar también que Sánchez tiene que marchar a Marruecos para poder salir a la calle, porque en España la gente no le soporta ya.
El mismo presidente que rompió la costumbre diplomática de hacer la primera visita oficial del presidente del gobierno a Rabat, el mismo, ha decidido hacer la última (D.M.) a Marraquech. A ver que trae de vuelta.