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Editorial. La amnistía en cinco idiomas, antesala de la tragedia

Editorial. La amnistía en cinco idiomas, antesala de la tragedia
El diputado popular Borja Semper conversa con la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, en el marco de su intervención durante el pleno de debate de las enmiendas presentadas por PP y Vox a la reforma del Reglamento que permitirá usar las lenguas cooficiales celebrada, este jueves, en el Congreso de los Diputados en Madrid. El Congreso zanja este jueves la implantación definitiva del uso de las lenguas cooficiales en toda la actividad parlamentaria al rechazar previsiblemente con mayoría absoluta las dos enmiendas a la totalidad, del PP y de Vox, que se debatirán en el pleno. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Es muy conocido el exabrupto de D. José Ortega y Gasset sobre D. Claudio Sánchez Albornoz. El filósofo no se llevaba, al parecer, muy bien con el historiador, y cuando dijo de él que era “tonto”, alguien le respondió que, sin embargo, Albornoz hablaba perfectamente cinco idiomas, frente a lo que Ortega sentenció “pues entonces es tonto en cinco idiomas”.

Lo que dijo Ortega era tan ocurrente como injusto, y a la postre D. Claudio nos dejó su imponente “España, un enigma histórico”, como elegante respuesta.

La frase de Ortega sirve sin embargo para referirse al Patio de Monipodio, antaño llamado Congreso de los Diputados, que ha dejado de ser el templo de la palabra para convertirse en una corrala de vecinos y vecinas mal avenidos donde la gente no quiere ni escucharse ni entenderse, y para eso qué mejor que dejar de utilizar la lengua común y hacer oídos sordos en cinco idiomas.

Diga lo que diga el pobre Semper (lo que Dios no da Salamanca no presta), convertir el Congreso en una especie de Asamblea de Naciones Mal Avenidas que quieren romper entre sí para terminar con la única Nación que tiene entidad real, España, no puede salir bien. Proclamar la amnistía en cinco idiomas (español, catalán, gallego, euskera y valenciano) solo sirve para llevar al país a  a la ruptura y a uno de esos momentos trágicos de su historia. Y vamos de cabeza.

La amnistía no es un valor en sí mismo, y lo de menos ya (tal y como está el patio del Tribunal Constitucional) es que sea inconstitucional, o inmoral, o antidemocrática, que lo es, qué duda cabe. Lo peor de la amnistía es su carácter instrumental, pues con ella se trata de garantizar a los secesionistas que pueden dar uno y mil golpes de estado, romper cuantas veces puedan la convivencia entre españoles e incluso llevar a España a una guerra, con impunidad garantizada. La amnistía es la antesala de la autodeterminación, y todos los separatistas lo saben, el paso necesario no ya para terminar de destruir la Constitución y el régimen del 78 sino para disolver España, la más vieja y gloriosa nación europea.

La amnistía es el preludio de la ruptura total, es decir, de la revolución, y la revolución conduce siempre a la violencia y a la guerra, a algún tipo de guerra. A eso no lleva Pedro Sánchez, en cinco idiomas.

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