La campaña electoral ha sido el fiel reflejo de la España que nos deja Sánchez. En Moncloa, es cierto, se las prometían muy felices con su estrategia de utilizar los Consejos de Ministros para hacer efectiva la tómbola anunciada por el predicador Sánchez, un día tras otro, en los mítines. Ellos querían vender gestión, ocultar a la hidra de las tres cabezas (Podemos- ERC-Bildu) e inundar la campaña con promesas y premios garantizados por el BOE.
Pero el diablo es lo que es y, al que anda con él, siempre acaba enredándole hasta el final de sus días. ETA dinamitó (claro) la campaña electoral del PSOE al incluir en las listas de Bildu a criminales condenados por delitos de terrorismo. ETA siempre interviene en campaña electoral, y no iba a ser esta una excepción: en los años de plomo cometía sistemáticamente un atentado; luego, llegó el 11-M, aún sin resolver; y ahora está ensayando un magnicidio político a cámara lenta con este petulante. Porque ETA tampoco paga traidores.
Más allá de ETA, al presidente le ha estallado en las manos el fraude numeroso del voto por correo, la compra-venta del voto de indigentes y de toxicómanos a cambio de papelinas, y el secuestro de una concejal de su partido a manos de sus propios compañeros (con su dosis de coca).
Por si fuera poco, la sombra de Marruecos ha reaparecido manejando los hilos de un partido-marioneta en Melilla y -siempre presuntamente- sobornando (se le llama también compra de votos) a ciudadanos para que faciliten con su sufragio la marroquinizacion de la plaza española.
Hay un Pegasus de estado, que tiene al presidente prisionero; hay una trama europea (el Rabatgate) que obliga a votar a los eurodiputados del PSOE contra la posibilidad de investigar a Marruecos; hay un lobby de políticos socialistas pro marroquíes (Zapatero, Bono, Trujillo etc) influyendo en Madrid, y hay también una estrategia local a pie de tierra para interferir mediante el fraude en los procesos electorales. Por algo menos evidente se montó una investigación en el Senado norteamericano. Mientras, el parlamento de España languidece.
Las elecciones locales y autonómicas dejan al descubierto lo que ha sido de España: Criminales a las instituciones, corrupción electoral del sistema democrático, y Marruecos tras las bambalinas.
Las heridas de España, más abiertas que nunca. Viva Sánchez.