Zapatero ha saltado al ruedo para salvar un cadáver (y sucederle quizás). Soraya para darse el pisto y salvar un puesto de trabajo
La semana electoral que dejamos atrás comenzó con el debate-debacle de Sánchez ante Feijóo (bronca con almohadillas para el primero y vuelta al ruedo para el segundo) y termina con el salto a la arena de dos espontáneos, José Luis Rodríguez Zapatero y Soraya Sáenz de Santamaría. El primero salta para sacar al espada malherido de debajo del morlaco, la segunda para fingirse subalterna del maestro (qué cosas hay que ver).
Rodríguez-Zapatero (el peor presidente de la democracia española hasta a llegada de Sánchez, el socialista que pactó con ETA, el presidente que llegó a serlo tras el más sangriento atentado de la historia de España, el que dejó el país en quiebra técnica, con los peores indicadores económicos de la democracia y el paro más alto) ha saltado a la plaza para llevar a Sánchez a la enfermería y ha desvelado de paso al monstruo que siempre llevó dentro. Muchos pensaban que José Luis era un hombre cordial, no muy listo, ni muy talentoso, ni demasiado instruido, pero amable y tratable. Era el tipo aquel de la ceja, con gesto y pinta de Mr. Bean, un imprudente que hacía el ridículo adorando a Obama y a Ségolène Royal (¡cómo recitaba su nombre, ay, “Ségolène –Ségolène”!).
Pero últimamente, en su afán por salvar al soldado Sánchez, José Luis ha liberado al alien que llevaba dentro. Y ese octavo pasajero, el otro Zapatero, se enfada todo el rato, grita sin freno, se indigna muy airoso, pega golpes de furia sobre la mesa (Farreras acoquinado), saca pecho de su pacto con ETA, dice haber acabado él solito con el terrorismo (dejadme solo, míseros mortales) y enreda sin parar en el PSOE, tanto que hay quien sostiene que ha vuelto para suceder a Sánchez al frente del partido. Dicen que se ha vuelto loco. Pero no. Sencillamente, ha vuelto por dos razones: asegurar su negocio internacional (sin Sánchez en el poder la caja pierde pie) y/o volver a la política activa.
Lo de Soraya es otra cosa. Se trata de una simulación, una impostura para salvar la cara en el despacho y aparentar una influencia que ciertamente no tiene. Alguien de su entorno ha filtrado a un periódico nacional que está de vuelta, que tiene gran conexión con Feijóo y su equipo y que está, incluso, revisando papeles y programas. La información no cuadra sin embargo con la inexistente relación entre la ex vicepresidente que filtraba las fotos de Feijóo en el barco para frenar su carrera, y el entorno más próximo del nuevo presidente del PP. Alberto no la traga desde entonces.
Por otro lado, la vuelta de Soraya es el más grande favor electoral que la ex le puede hacer a Vox. A ella se debe parte importante de la fuga de votos del PP. Ella desideologizó su partido y abandonó a su electorado. Y ella se dedicó a utilizar su poder y su información para combatir a rivales con artes poco ortodoxas.
Zapatero ha saltado al ruedo para salvar un cadáver (y sucederle quizás). Soraya para darse el pisto y salvar un puesto de trabajo.
Ya solo falta que salte Cospedal. Que salte, que salte.