Hablar de un terrorismo para zafarse políticamente de otro. Recurrir al más grande atentado de la historia de Europa para echar tierra sobre la banda criminal que asesinó a 853 personas, cometió 3.500 atentados y dejó en el sucio camino de su historia más de 7.000 víctimas y 250.000 exiliados. Acusar a la oposición de rescatar a ETA en campaña y echarle en cara al mismo tiempo aquella explosión de trenes en Atocha que conmocionó al mundo. Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Acusar al gobierno de Aznar de mentir a los españoles cuando el PSOE llevó a término la más sucia y coordinada manipulación política del atentado. Recurrir a la memoria de Pérez Rubalcaba que, lisa y llanamente, detestaba y despreciaba a Sánchez.
Por otro lado, nadie nos ha dicho nunca que ocurrió realmente en el 11-M. Zapatero salió a los medios aquella fatídica mañana para acusar a ETA. El Lehendakari vasco hizo exactamente lo mismo. El CNI también inculpó a la banda. Aznar siguió ese guión, torpemente.
Dris Basri, el que fuera ministro del interior de Marruecos durante 20 años, hombre todopoderoso durante el reinado de Hasan II y exiliado en París (donde murió) desde la llegada al trono del actual monarca, tenía una tesis: mano de obra marroquí, logística de ETA, inteligencia francesa. ¿Qui lo sa?