Sánchez deja de ejercer como Secretario General del PSOE para ser Secretario General del Frente Popular
Más importante que la jornada de reflexión es, para los partidos, la jornada postelectoral, cuando los líderes políticos y las estructuras de los partidos hacen balance de los resultados obtenidos. En el caso de las elecciones gallegas, llama poderosamente la atención la “autocrítica” reflexiva de Pedro Sánchez.
Básicamente, el presidente del Gobierno ha dicho que la culpa del pésimo resultado electoral obtenido por el PSOE en Galicia es de los demás. O dicho en otras palabras (las suyas): que en el partido no hay liderazgos regionales capaces de movilizar al electorado del PSOE y que, en consecuencia, hay que trascender de las siglas y sustituir al partido por otra cosa que se parece bastante a un Frente Popular, del que el PSOE sería un actor más o menos destacado según la convocatoria electoral, el territorio y los equilibrios de poder.
En definitiva, Sánchez ha tomado la decisión de relegar a su partido porque le resulta insuficiente para mantener el poder. Pedro Sánchez no es capaz de ganar elecciones con el PSOE y decide sacrificarlo para ponerse al frente de otra estructura política que sí pueda, a corto plazo, asegurarle la presidencia.
Con esa apuesta estratégica, increíblemente confesada por Sánchez ante su Comité Federal y asumida por sus correligionarios sin consideración crítica alguna (salvo García Page), el líder socialista está confesando que su planteamiento político no es el de un Secretario General del PSOE sino el del líder de un movimiento político de Frente Popular que integraría a toda la izquierda y el separatismo en un proyecto republicano, plurinacional y confederal.
Los sátrapas, los megalómanos, los narcisistas tienen siempre a responsabilizar a los demás de sus errores, hacen rodar cabezas y sustituyen arbitrariamente a unos siervos por otros. Pedro Sánchez ha llegado incluso a sustituir a su propio partido político por una extraña amalgama de intereses, un movimiento de izquierdas entregado al separatismo que une en una misma dirección y un mismo barco al PSOE, a los legatarios de ETA, al BNG, a ERC, a Junts per Cat, a Podemos, a Sumar, a Compromís y a toda la izquierda radical.
Es el camino más seguro para liquidar al PSOE, lo cual ya ocurrió en Italia, Francia o Grecia con sus respectivos partidos socialistas.
A eso obedece también la estrategia de Moncloa de radicalizar, con sus mensajes políticos, a los militantes y simpatizantes socialistas. Convirtiéndoles en extremistas, en partidarios de la amnistía, del blanqueamiento de terroristas como Otegui, de la autodeterminación, de la plurinacionalidad o de la causa de Hamás, Sánchez pretende transformar a sus electores en votantes eventuales, según convenga, del BNG, de Bildu o de ERC.
Esto es lo que ha intentado en Galicia, esto es lo que ha llevado al PSOE a la insignificancia y a su proyecto a la derrota.
La estrategia de Sánchez se ha estrellado en Galicia, y con él, digan lo que digan sus corifeos, se han estrellado todos sus compañeros de viaje. Empezando por Podemos y Sumar, que han quedado fuera de juego, y siguiendo por BNG que no ha conseguido derrocar al PP ni aún sacrificando al PSOE . Y con el BNG pierden también Bildu, ERC y demás compañeros de viaje.