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El juguete

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El juguete

Sánchez y sus cuates han volado en Falcon en dos años la friolera de 3.132 veces, una media de cuatro vuelos diarios, con un consumo de 17 millones de euros y emitiendo 55.500 toneladas del gas con peor fama del momento, CO2.

Ahora, habrá y hay quien se escandalice de la hipocresía verde de nuestro gobierno, y tendrá más razón que un santo, y quien se eche las manos a la cabeza por el despilfarro, y no seré yo quien le contradiga. Pero me parece un error de perspectiva importante concluir que Sánchez está abusando del Falcon.

Es decir, me parece un error la idea de que Sánchez, en busca de su objetivo político, el que sea, ya de paso y ya que estamos, tira de Falcon más de lo que debería como una debilidad adicional, como un vicio menor añadido. Y creo que no es así.

Creo que lo añadido es todo lo demás, y que lo fundamental es el Falcon. Entiéndanme: el Falcon, el Palacio de la Moncloa, el darse pisto con líderes mundiales, los escoltas y la parafernalia. Pero, muy especialmente, el Falcon.

Hay dos tipos de líderes políticos: el iluminado y el pícaro. El iluminado es el hombre poseído por una idea grandiosa, mentalmente secuestrado por la Idea, impaciente por alumbrarla al mundo y de cambiarlo con ella, de adaptar la realidad a la Idea a cualquier coste. La Idea puede ser excelente o un trágico error, pero al iluminado nada le aparta de ella, y ve todos los aditamentos del poder con desprecio o impaciencia, aceptándolos o rechazándolos según sirva a la causa final. Es, en definitiva, un asceta, tan monstruoso como Robespierre o tan excelso como San Luis de Francia.

Para el pícaro, en cambio, el encanto del poder está en todo lo demás, en lo que lo acompaña, y la idea, que para el iluminado es lo central, para el pícaro es meramente instrumental. Porque el pícaro quiere las cosas que van con el poder, los juguetes que te regala.

Naturalmente, hace falta ser un tipo especial de pícaro. El pícaro común no pasa de Tito Berni. Para llegar realmente alto el pícaro debe ser un narcisista de leyenda y carecer de cualquier escrúpulo. Pero, en definitiva, la meta es la misma: los juguetes. Y el Falcon es un bonito juguete con el que molar en el patio del colegio.

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Del ToroTv

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