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 En defensa de Irene

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 En defensa de Irene

La hipocresía va de la mano de la política de partidos por la misma razón que es consustancial a la publicidad: cuando todo tu interés es vender un producto, la verdad suele ser tu enemigo.

Nada de esto es exactamente un secreto, y la acusación explícita o implícita de hipocresía contra los políticos quizá sea la más habitual en el comentario público. Aquí mismo he comentado numerosos casos de flagrante hipocresía del PSOE y del PP. Sin embargo, me resisto a acusar a Podemos de hipocresía.

Es lo que se ha hecho, a raudales, con el último vídeo viral en el que una mujer del pueblo impreca a Irene por pretender ser de ‘los de abajo’ cuando tiene un estupendo chalet en Galapagar. Irene responde justificándose en una herencia y en el buen sueldo de su marido, dos fuentes ‘non sanctas’ de ingresos para la izquierda radical. La conclusión: Irene no es “gente” y es una hipócrita.

Niego la mayor. Creo que, como las virtudes, los vicios deben de tener cierta eficacia, cierta competencia negativa, para caracterizar a los sujetos. Si la codicia de una persona no le lleva a salir de la pobreza, difícilmente veremos al sujeto en cuestión como epítome de ese defecto, por ejemplo.

El buen hipócrita, el Tartufo profesional, se esfuerza en su ocultación. La hipocresía integral, la que pretende crear una fachada pública contraria a las verdaderas motivaciones, exige trabajo, dedicación y habilidad que van más allá de unas declaraciones. El buen hipócrita debe estar siempre alerta para no traicionarse, para borrar las pistas que lleven a la verdad de lo que es.

Nada de esto es aplicable a Podemos o la izquierda radical española en general, mucho menos a Irene. Todo en ellos queda reducido a retórica que ni siquiera es propia, prosa marxista de andar por casa, soflamas recalentadas en microondas, traducciones literales que apenas se toman la molestia de adaptar a nuestra realidad.

Es difamar a Irene decir que no es ‘gente’ porque viva una vida estupenda, con su casoplón y sus arranques de princesa ofendida. ¿Qué hay en todo eso que no quiera para sí el común? Y no es como si se molestaran demasiado en ocultarlo, o se hayan tomado su tiempo en llegar a esa meta. Venían con hambre, y se han dado un banquete con una prisa que muchos podrían llamar indecente, pero eso no es tanto hipocresía como incongruencia.

En definitiva, para que un sujeto pueda denunciar una estafa, esta debe ser lo suficientemente elaborada como para confundirle. Pero Podemos nunca fue más allá de decir: “Somos los buenos, los otros son los malos”. Creer algo tan simplón, tan poco elaborado, con lo que sabe cualquiera sobre la naturaleza humana con solo contemplarse a sí mismo y a los que le rodean, no es culpa solo de Irene y sus cuates.

Reza un refrán anglo que “si me engañas una vez, la culpa es tuya; si me vuelves a engañar, la culpa es mía”. Y, sin embargo, si hay siquiera una pizca de verdad en las manipulaciones de Tezanos, muchos volverán a dejarse engañar, aunque esta vez se llamen Sumar.

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