En el despacho y en la barricada
Si el gobierno encabeza la manifestación, ¿contra quién se están manifestando? Fundamentalmente, contra usted.
O, si le parece demasiado partidista, ante usted y sobre usted. No es una protesta, no es esa marcha masiva del pueblo que llegaba hasta las puertas del Palacio de Invierno para que el soberano mirara nervioso tras los visillos y tuviera pesadillas de guillotinas.
No, aquí es al revés; aquí es el Príncipe quien lidera las huestes para aterrorizar al enemigo y disuadir a los vacilantes. Es el verdadero Desfile de la Victoria, la escenificación del “estos son mis poderes”. Toda resistencia es fútil, dice esa foto: tengo el poder institucional y las instituciones de la protesta; estoy en los despachos, pero también en las barricadas: fuera de mí hay solo frío y desolación y derrota.
Supongamos por un segundo que España tiene el día excéntrico cuando llegan las urnas y la sedicente derecha, la presunta derecha, nuestro lobo omega, obtiene una holgada mayoría absoluta, para hacer de su capa legislativa un sayo. Bien: al día siguiente tiene enfrente, enseñando los dientes, la bronca amenaza de los sindicatos, el desprecio vociferante de ‘la cultura’, la perpleja desconfianza de la patronal apátrida, la enemiga pasivo-agresiva de los organismos internacionales, el sabotaje de los educadores y los viernes de negro. Lo sabemos todos.
Como todos sabemos que con un gobierno no explícitamente de izquierdas hubiera ardido la calle con cada una de las decisiones que ha tomado Pedro Sánchez, o con las desgracias que no ha sabido gestionar. Serían culpables de la fuga biológica de Wuhan, de la invasión rusa de Ucrania, de que no llueva, como en su día lo fueron de que un capitán griego borracho soltase el petróleo de sus bodegas frente a las costas gallegas o de que las vacas enloqueciesen.
La derecha es la culpable existencial, y la izquierda se lleva la fama hasta de una victoria de la selección. Y esto no se arregla votando, no le vamos a engañar.