No es la guerra, es el horror, la barbarie y el mal en estado puro
En el Kibuz de Kfar Aza, en la Franja de Gaza, los terroristas de Hamás entraron y fueron buscando y persiguiendo a todas las familias indefensas. Fueron de casa en casa, de habitación en habitación, de escondite en escondite, de rincón en rincón, disparando sus ráfagas, apuñalando, degollando a todos y cada uno de los miembros de aquellas familias, padres y madres, hijos e hijas, abuelos y abuelas, bebés, en una de esas orgías de sangre y horror a las que el hombre contemporáneo ya no esta acostumbrado. Nunca –desde los crímenes de Pol Pot- se había vuelto a ver o imaginar un horror semejante, salvo en la ira yihadista.
La prensa ha podido entrar en el escenario de la masacre. Los reposteros apenas podían hablar ante el horror. Decenas de familias asesinadas, cuerpos destrozados que aún yacían en el suelo, 40 bebés masacrados y degollados sin piedad.
Los crímenes del Kibuz son tan terribles que son pre-políticos, y no se puede intentar ocultar tanto espanto, como hace la izquierda española, con el escapismo ideológico de culpar a Israel de incumplir resoluciones internacionales.
Sí: la izquierda española, con un argumentarlo repugnante, gastado, recurrente e hipócrita, lejos de condenar la masacre infantil del Kibuz, fuera de toda lógica y despojada de moral alguna, arremete contra Israel recurriendo a lugares comunes y a justificaciones pseudo históricas. Es como si en la izquierda hubieran apostado por el horror total, equiparando a las víctimas (40 bebés, cientos de familias enteras) con sus verdugos (un escuadrón de criminales despiadados).
Es demasiado el asco que todo esto produce en la conciencia de la gente de bien. La izquierda española, deshumanizada, desalmada ya, merece un juicio popular de rechazo y estigma. De tanto pactar con ETA y sus herederos se ha contagiado de su perversión moral.