Reconocer patrones
Uno de los peores crímenes de la moderna tiranía, crimen invisible salvo en sus consecuencias, consiste en haber extirpado en sus súbditos una de las habilidades imprescindibles para la supervivencia: la capacidad de reconocer patrones. De hecho, el comentarista social Steve Sailer llama a la corrección política “a war on noticing”, una guerra contra el darte cuenta.
Así, todavía se cae en la trampa de la estrategia en varios tiempos de nuestros mandarines para aplicar innovaciones sociales que, impuestas por las bravas, soliviantarían a las masas y les abrirían los ojos. La secuencia es siempre la misma: primero, se niega que haya intención de aplicar la medida de que se trate o el fenómeno que se desea promocionar, ridiculizando como “conspiranoicos” a quienes alertan contra él; al cabo de cierto tiempo, admiten que se está dando, pero mínimamente, como excepciones que carecen de relevancia social; luego afirman que sí, que se está produciendo aquello que algunos denuncian, y de modo significativo, pero que es en realidad bueno o, incluso, inevitable; por último, se alaba la innovación como una ‘ampliación de derechos’ y se demoniza, cancela y, en su caso, penaliza a los que se opongan.
Lo hemos vivido en tantas cosas: el aborto, los transexuales, las restricciones de pandemia, los separatismos, los ‘sacrificios’ por el ‘clima’… El del aborto es, además del más sangrante, el caso más paradigmático, en el que hemos visto al principal partido de la oposición empezando por oponerse a la despenalización y acabando por proclamar que el descuartizamiento del niño por nacer es todo un derecho.
Reconocer patrones es lo que ha permitido al ser humano sobrevivir en ambientes hostiles y construir magníficas civilizaciones. Su atrofia provocada llevará, si no se revierte, a la extinción de, al menos, nuestra civilización.