Nieves no ve a su hija desde hace una década. Las dos viven en la misma ciudad, pero desde que la joven entró en contacto con una secta ‘new age’ perdió el contacto con todo su entorno. «Ninguno esperábamos que detrás de terapias como el ‘keiri’ pudiese haber un grupo coercitivo», explica. Nieves denuncia la dificultad de proteger a la víctima en estos casos: «Es muy difícil probar que mi hija, al ser mayor de edad, ha estado actuando en algún momento en contra de su voluntad».
