La Fundación ANAR ha publicado un estudio que revela un aumento significativo en las llamadas de niñas y adolescentes que denuncian violencia por parte de varones.
Josep Maria Francàs comenta en Dando Caña que se ha dado un incremento del 87,2%, lo que es una cifra verdaderamente preocupante. Sin embargo, lo que resulta aún más inquietante es que, según el mismo estudio, el 70% de las chicas y niñas adolescentes no denuncian nada de esta violencia. Esto se debe a que interpretan que el comportamiento de su novio, primo u otras personas forma parte de lo habitual. En otras palabras, están normalizando la violencia en sus relaciones.
Este hallazgo pone de manifiesto que estamos enfrentando un problema grave. La banalización del sexo, sobre la cual hemos hablado en repetidas ocasiones, y la accesibilidad a la pornografía están contribuyendo a la confusión de los jóvenes. En muchos casos, los chicos asocian lo que ven en la pornografía con cómo deben comportarse como machos, mientras que las niñas pueden percibirlo como un estándar de comportamiento para no ser consideradas puritanas. La pornografía está normalizando comportamientos que antes consideraríamos viciosos como parte de la educación sexual.
Esto está teniendo consecuencias graves, como el aumento de las agresiones sexuales, incluyendo las violaciones grupales. Es como una escalada, similar a la adicción a las drogas, donde una experiencia lleva a la siguiente y así sucesivamente. La situación no se puede atribuir únicamente a la modernidad o al progresismo, sino que involucra la responsabilidad colectiva de la sociedad en la educación de los jóvenes. Es un problema complejo y debemos abordarlo con seriedad y conciencia, para poder revertir esta tendencia alarmante y proteger a las generaciones futuras.
