La asfixia regulatoria y burocrática a la que somete la Unión Europea al campo pasa factura. Han cerrado desde 2020 un total de 6.200 ganaderías. Una oportunidad que está siendo aprovechada por los fondos de inversión y por las multinacionales, que se hacen con los terrenos y montan macroexplotaciones. El número de fondos de inversión dedicados a esta actividad ha crecido de 70 a 224 en apenas diez años.
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