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Editorial. Puente, los orangutanes y el derecho a roce

Editorial. Puente, los orangutanes y el derecho a roce

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El darwinismo político

Nunca el editor ha llegado a creer del todo en ese dogma de fé cientifista que es la teoría de la evolución. La pertinaz ausencia del eslabón perdido (por ahora un mito de los darwinistas), el salto inverosímil y arbitrario de una especie a otra, la falta de explicación del rol del genoma en todo ese proceso evolutivo, generan más dudas que certezas.

Uno prefiere pensar que en realidad los hombres somos, desde el principio de los tiempos, una especie distinta de la de los orangutanes. Consuela bastante. ¿Además, para qué iba Dios a buscar el sinuoso camino de crearnos a través de un proceso mil milenario de horribles y radicales mutaciones (ahora te quito la cola, ahora te quedas sin pelo, ahora pasas de reptar a caminar, ahora pasas a tener cuatro patas, ahora vuelas y después ya no vuelas, te pongo las plumas y después te las quito, ahora vives a gatas y ahora te levantas para vivir erguido, etc etc), pudiendo hacernos de una sola vez, tal como somos y de un soplo divino?

Lo malo de todo esto, lo que nos hace dudar del creacionismo, cuando uno pasa realmente a  mirarse en el espejo de esos otros primates, es cuando aparece un personaje como Oscar Puente y se empeña en hacernos creer que sí, que esos primates y nosotros somos, en realidad, algo muy parecido, parientes cercanos, casi lo mismo.

Puede también que el actual ministro no haya sabido evolucionar lo suficiente, o que el animal que todos llevamos dentro tenga en su vida más peso específico que en la de los demás. Puede. Eso significaría que en cuestiones políticas el Sr. Puente se retrotrae a la ley de la selva, o sea, al salvajismo.

Puede incluso que Oscar Puente confunda la vis política con el matonismo verbal, el macarreo testicular y ese gamberrismo del faltón de la banda que busca el aplauso de los tontorrones del barrio.

Puede también, en fin, que ese perfil suyo, de pendenciero y de abusón, sea en realidad la impostura propia de un hombre terriblemente vulgar que busca protagonismo como sea.  

Cualquier día exhibirá desde la bancada del Congreso el gesto genital que hizo famoso a Rubiales.  

Cuando Puente dice que la pareja de Isabel Ayuso es un “testaferro con derecho a roce” nos avergonzamos de él, y da buena cuenta de su cutre y escaso repertorio moral. Hay límites que no se pueden pasar en ningún caso. Incluso un tipo como él no debería traspasarlos nunca. Hacerlo supone dar un enorme paso evolutivo hacia atrás, allá por donde se extinguieron los neandertales.

Si algo le sobra a la política española es este tipo de personajes.

El bulletin

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