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Efemérides 3 de noviembre: Manuel Azaña

Efemérides 3 de noviembre: Manuel Azaña
 

3 de noviembre de 1940. Muere Manuel Azaña

Tal día como hoy, 3 de noviembre de 1940, moría en su exilio de Montauban, en el sur de Francia, Manuel Azaña, presidente de la II República.

Manuel Azaña no era un político de vocación. Era un intelectual, en el peor y en el mejor sentido del término. Nacido en Alcalá de Henares en 1880, dedicó su vida a estudiar, incluso cuando tuvo que ocuparse de los negocios familiares. Jurista de formación y oficio, funcionario de Registros y letrado del Ministerio de Justicia, desde muy pronto se formó una ideología liberal que pretendía rectificar de un plumazo la trayectoria histórica de España: la nación –pensaba- no la crea la Historia, sino el pacto ciudadano organizado en un Estado, y ese Estado debe desplegarse sin traba de institución alguna, lo cual apuntaba especialmente a la Iglesia. Se atribuía la misión de formar una minoría ilustrada que guiara a las masas hacia la construcción de la nación liberal. Hacia 1913 entró en política en el entorno del Partido Reformista de Melquiades Álvarez. Buen prosista y buen orador, empezó a ejercer una influencia creciente en los círculos republicanos. A partir del autogolpe monárquico de 1923, y por oposición a la dictadura de Primo de Rivera (que no obstante le daría el premio Nacional de Literatura en 1926 por su obra “La vida de don Juan Valera”), afianzó sus posiciones republicanas y, aún más, concluyó que necesitaba el apoyo socialista. Azaña se veía como la inteligencia –la expresión es suya- capaz de llevar al pueblo a construir una nueva nación que barriera el lastre tradicional de la Corona, la Iglesia y el Ejército. Sus discursos del Ateneo de 1930 son a ese respecto transparentes. Azaña soñaba, en realidad, con hacer la revolución francesa.

La ocasión le llegó cuando la monarquía se hundió sobre sí misma y Azaña, que pensaba ir a parar a prisión, acabó a la cabeza del consejo de ministros. La II República era, al fin, su oportunidad. Pero, objetivamente, nada le salió como él pretendía. Su programa reformador alentó excesos que no supo controlar. Su intento de apartar a la Iglesia de la vida política se tradujo en la quema de conventos de 1931. Suya es la frase de que todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano. Su intento de reformar el ejército se plasmó en un hondo malestar en las fuerzas armadas. Su intento de reforma agraria fue un fracaso por la incompetencia de sus colaboradores, según él mismo escribió. Su intento de reformar la enseñanza tampoco tuvo éxito por su mala planificación. Cuando perdió el poder, toleró el golpe socialista contra la República en 1934. Y cuando lo recuperó, en 1936, terminó siendo prisionero de los socialistas y comunistas a los que había pretendido manejar. Fue aupado a la presidencia de la República con una maniobra ilegal que desplazó a Alcalá Zamora. Mientras él seguía pensando en hacer la revolución francesa, sus socios ya estaban haciendo la revolución bolchevique. Superado por los acontecimientos de la guerra civil y la revolución en la España republicana, terminó clamando “Paz, piedad y perdón”. Ya era demasiado tarde.

Otros hechos:

1808: Napoleón entra en España con un gigantesco ejército de 240.000 hombres para reponer en el trono a su hermano José.

1883: Antonio Gaudí se hace cargo de las obras de la Sagrada Familia de Barcelona.

1943: La División Azul vuelve a España.

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