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El fin de Vox

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¿El final de Vox? El partido de extrema necesidad

El comentariado político al uso está ya atareado componiendo el epitafio de Vox y firmando su certificado de defunción para ir ganando tiempo, que ganas no faltan.

Pero no son solo las ganas, para ser justos. Hay, si no razones, al menos sí motivos, analogías hijas de la pereza intelectual y la inercia.

La cosa iría así: hace unos años, los españoles, desesperados con el sistema y los dos grandes partidos en alternancia, propiciaron la aparición de tres nuevos partidos que conocieron un éxito extraordinario.

El primero fue Ciudadanos, que dio la campanada en Cataluña y llegó a ser el partido más votado en esa comunidad rebelde. Cuando, justo después de esa victoria, dio el salto a la escena nacional, todo el mundo le auguraba un futuro muy halagüeño. No fue así. El partido, fuera de su hábitat nativo, fue languideciendo en la imprecisión ideológica hasta morir, o siquiera mantenerse en el coma que supone no presentarse a las últimas elecciones.

Después vino Podemos vestido de azucena. Inicialmente transversal y cabalgando la indignación callejera del 15-M (es fácil olvidar que fue contra un gobierno socialista), llegó a superar en las encuestas al propio PSOE en su momento y a acariciar la posibilidad de sustituir a los socialistas como hegemón de la izquierda española.

Pero no se llegó a tanto y el partido no logró superar la prueba de los despachos. Los perroflautas con cargo echaron tripa y el austero líder cambió Vallecas por Galapagar. En las últimas generales han tenido que mendigar encuadrarse en un contubernio cogido con alfileres deprisa y corriendo por una política que nos habla como la seño de la guardería. Sic transit.

Y ahora le toca a Vox, otro que pasó de recibir menos votos que el Pacma a convertirse en tercera fuerza y meter en el Congreso una cincuentena larga de diputados. Expresión de la pataleta de un sector del PP -sigue la narrativa oficial-, su éxito duró lo que duran las rosas, una llamarada que se extingue.

Los españoles, después de su desplante pluripartidista, vuelven como la burra al trigo al familiar calorcito de los dos grandes partidos, una izquierda que no tiene ya nada que ver con el proletariado ni lo pretende seriamente y una derecha que no tiene nada que ver con nada en absoluto que se parezca a una idea o un principio. Fue hermoso mientras duró. Ahora solo nos queda sentarnos a esperar la sangría, lenta o rápida, de Vox y la vuelta de sus votantes al rebaño ‘pepero’.

Y así sería si, realmente, Vox fuera una mera escisión del PP, si fuera un PP un poco más pejiguero con los viejos principios, un partido nacido de un calentón.

Solo que los términos son muy otros, los parámetros en los que se mueve hoy la política en los países de nuestro entorno son muy diferentes al viejo esquema, siempre tan inexacto, de izquierda y derecha y pare usted de contar. Asómese fuera y verá lo que le digo.

Verá que en todo Occidente se reproduce el mismo esquema: al par de viejos rivales, condimentados con algunas ‘visagras’ menores para completar coaliciones, les ha salido un nuevo grupo que, por contraste, ha hecho que todo el mundo se fije y se dé cuenta de que los supuestos rivales vienen a defender lo mismo.

Los ataques del PP de cualquier parte (CDU, Partido Conservador, Republicanos, etc) al PSOE de cualquier parte (SPD, Laboristas, Demócratas..) se han revelado pellizcos de monja y bofetadas de extra cinematográfico que ocultan un acuerdo real en cómo hay que gobernar. Y la prueba está en cómo todos, grandes medios incluidos, han recibido a los recién llegados como si fueran la peste bubónica.

Llámenlos como quieran. Extrema derecha, si les place, tanto da. Son, en cualquier parte, los que defienden precisamente que su país no es cualquier parte, sino un lugar concreto, con sus problemas propios y su historia, sus peculiaridades y sus preferencias, y que eligen gobernarse a sí mismos y no subcontratar su destino a un lejano y anónimo funcionariado internacional.

Si Vox es esto, Vox va a seguir creciendo. O volver a crecer, como lo hacen sus equivalentes por todas partes, porque su oficina de propaganda es la realidad y no una agencia más o menos afortunada pariendo consignas. Porque va a resultar, al final, que una de esas consignas tiene toda la pinta de ser cierta, y Vox es de extrema necesidad.

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