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El pinganillo

El pinganillo
El ujier retira los auriculares de traducción depositados por los diputados de VOX en el escaño del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, tras abandonar el hemiciclo durante el primer pleno del Congreso de la XV Legislatura que este martes aprobará la toma en consideración de la reforma del reglamento de la Cámara para permitir el uso de las lenguas cooficiales EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Ya no cuela

Lo peor no es que lo que hacen sea absurdo, mezquino y nocivo; lo peor es que no creen en ello, y con eso nos hacen perder el tiempo gastando argumentos que incluso da vergüenza exponer de puro elementales.

La visión de los representantes del pueblo español provistos de pinganillos para escuchar lo que dice un compatriota, lo que dice quien puede perfectamente expresarse en el idioma común y que en no pocos casos será también su idioma familiar, no es una estupidez más. Es algo diseñado para humillarnos y para preparar la disolución de España.

Porque no deja de ser curioso esa idea contradictoria de nacioncitas a las que, supuestamente, no se deja ser ellas mismas por la brutal represión invisible que ejerce el centro invasor, y al tiempo se tenga que invertir un dinero que no tenemos y un tiempo y una energía que necesitamos urgentemente aplicadas a problemas de peso para ‘construir’ esas naciones. Son viejísimas, mucho más que la española, se nos dice, pero, de algún modo, hay que hacerlas con tanto esfuerzo como imaginación.

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