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Emociones políticas

Emociones políticas

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A veces, fuera del trabajo, también me sale el alma de científico social, así que ni corto ni perezoso decidí utilizar la red social X (antes twitter) para estudiar de manera muy básica, ya que nadie me paga por ello, las emociones políticas. Me interesaba saber cuál era el clima emocional de los españoles que complementase las encuestas tradicionales, que todos conocemos, basadas en el estudio de nuestras creencias, ya sean sobre cuestiones relacionadas sobre nosotros mismos, como a quién vamos a votar, o en qué punto ideológico nos percibimos entre la extrema izquierda a la extrema derecha. O bien, evaluando las creencias que tenemos sobre otros grupos, personas o temas, como, por ejemplo, el Gobierno, una ley determinada o los problemas de oriente medio. En definitiva, me parecía interesante hacer, dentro de las posibilidades que da el twitter básico sin suscripción, un estudio preliminar de la emoción política.

Antes de seguir adelante, es importante saber que la emoción resulta de gran interés para poder explicar y predecir el comportamiento humano, también el político, porque ejerce de elemento motivador para hacer las cosas que tenemos en la cabeza. A modo de ejemplo, mientras que las creencias nos dan una “opinión” sobre las cosas, p. ej. “hacer deporte es bueno para tener un aspecto sano y atractivo”, no siempre explica la conducta de empezar a practicarlo porque falta el elemento emocional que nos motiva a apuntarnos al gimnasio. Siguiendo con nuestro ejemplo, “hay alguien que me gusta y quiero resultar atractivo” o, si lo prefieren, “quiero caber en el traje de baño este verano sin parecer el muñeco de Michelín”. En definitiva, mientras que las creencias serían el motor del coche, las emociones son la gasolina que impele a la acción, pero también la inhiben. Sí, así es, porque una emoción como la alegría del amor, nos puede llevar a hacer locuras como ir al gimnasio, otras, como el miedo, nos puede paralizar o hacer huir.

Así que, puesto al asunto, decidí medir lo que en la literatura científica se conoce como “emociones básicas” y que, según algunos autores, son; alegría, ira, tristeza, miedo, sorpresa y asco. De estas seis, seleccioné cuatro, alegría, ira, miedo y adapté la tristeza para los fines del estudio, llamándola desmoralización. El motivo por el que seleccioné estas cuatro fue científico, ya que sabía que algunas teorías sobre la agresión han demostrado la importancia que tiene la frustración, lo frustrante de ciertas situaciones, en la explicación de la ira y la agresión, es decir, en la aparición de reacciones violentas. Por otra parte, también sé que las teorías de la “Indefensión aprendida”, aquellas en las que las personas no perciben que son capaces de ejercer un control efectivo sobre lo que les pasa, favorece la aparición de emociones como la desmoralización, la desesperanza, el miedo y de conductas como la sumisión o la pasividad resignada.

Además de preguntar por la emoción, hice tres preguntas que me sirvieran para clasificar estas emociones en distintos grupos, a saber, la edad (¿influía la edad en el tipo de emoción que aparecía?¿era alguna emoción más representativa en función de la edad?), y la auto adscripción ideológica (¿eran las emociones distintas dependiendo de si uno era más de izquierda o derecha?).

Bueno, pues la primera sorpresa es que respondieron 814 personas, lo que era mucha gente y me permitía afirmar que la muestra era representativa de la población. Ahora bien, dado mi perfil ideológico y, por tanto, las personas que me siguen en twitter (@jaimeberenguer) había un importante sesgo, y es que tan solo el 2,2% de las personas que contestaron se atribuían una posición ideológica de izquierdas (puntos 1 a 4 de la escala). Esto frustró mi intención de abarcar todo el espectro ideológico pero también tenía una fortaleza, que representaba muy bien al centro derecha español. Un 17% se posicionaban entre el 5 y el 6 en una escala de 10 puntos, por tanto, eran lo que se conoce como centro, un 41,7% lo hacía en el 7-8, la derecha más liberal, y un 29,5% lo hacía en el 9-10, la derecha más conservadora. Los datos, por tanto, eran buenos para una muestra de la derecha española pero no para todos los grupos de edad. Lo digo porque el grupo correspondiente a los jóvenes era demasiado bajo en el tramo de 18 a 30 años, apenas el 2,6%, pero sí era correcto para el resto de grupos de edad. Así, un 15,8% tenía entre 31-45 años, un 29,4% entre 46 y 55, y un 43,8% más de 55 años.

En cuanto a las emociones, los datos fueron muy claros, la alegría no existía, solo un 0,7% de las personas indicaron que la emoción que representaba su estado de ánimo ante la actual situación política es la alegría, un 14,7% decía que era el miedo, un 30% la ira y un 46,4% dijo que era la desmoralización.

Teniendo en cuenta las limitaciones muestrales que he señalado más arriba, al cruzar las emociones con la ideología y la edad no encontré diferencias significativas entre éstas y la emoción, es decir, que la emoción predominante, a cualquier edad y en cualquier espectro ideológico del centro derecha español, es la desmoralización, seguida de la ira y por último el miedo.

A pesar de la falta de medios para hacer un estudio más amplio el dato es desolador e inapelable, el centro derecha aparece desmoralizado, que sumado a otra emoción negativa, como el miedo, nos indica que el 61,1% de la muestra tiene emociones que llevan a la desmovilización y la inacción, y esto son muy buenas noticias para el autoritarismo sanchista y muy malas para los que luchamos en su contra pero también para los partidos de la oposición porque lo que nos dice de ellos es que no son capaces de despertar la esperanza en la mayoría de sus votantes, que no enganchan, que su mensaje no emociona. Y esto es muy importante porque, en muchos casos, ganar las elecciones o imponer un sistema político hegemónico como pretende la paleoizquierda española depende, no solo de que los propios votantes vayan a las urnas, también de que los del contrincante se queden en casa, y nada mejor para eso que desmoralizarlos y en ello están. 

Llevo tiempo avisando, por eso decidí hacer este pequeño estudio, que el sanchismo está sometiendo a los españoles a lo que antes se conocía como guerra psicológica y ahora se denomina operaciones en el ámbito cognitivo. Es más que una sospecha, si buscan en internet, podrán comprobar que el PSOE contrató a finales de 2023 a uno de los mayores expertos en lo que se conoce como marketing negativo, es decir, en desmovilizar a los votantes del contrario a base de las más polémicas técnicas psicológicas, normalmente relacionadas con el enfrentamiento, el insulto, la mentira, la desinformación y todo aquello que manche la imagen del contrario y que, además, haga que las personas y los medios de comunicación, desvíen su atención sobre lo sustantivo, importante y escandaloso para fijarla en lo adjetivo e insustancial. El reconocimiento de Palestina, la provocada crisis diplomática con Israel y Argentina y las broncas con el Presidente Milei, sin duda, han servido para desviar la atención de los escándalos de corrupción que le llegan hasta el cuello al Presidente Sánchez. A esta manera de actuar algunos politólogos han venido a conocerla como la “demogresca”, un palabro mixto entre democracia y gresca política.

No voy a ir más allá, con lo que he escrito hay bastante material e ideas para que en Génova y Bambú se pongan a reflexionar.

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