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Hacienda es el verdugo de los hogares y empresa

Hacienda es el verdugo de los hogares y empresa. EFE

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En este país ya no funciona nada, EXCEPTO la violación permanente de nuestra capacidad adquisitiva. La vida se encarece, pero no por casualidad. Lo hace porque, detrás de cada céntimo ganado, hay una mano invisible que lo reclama antes de que llegue a nuestro bolsillo. Porque trabajar más no significa vivir mejor, sino pagar más. Porque crear riqueza en España se ha convertido en un acto heroico, o más bien suicida.

Las familias ajustan presupuestos, mientras Hacienda se relame. Los emprendedores esquivan impuestos como minas, no para enriquecerse, sino para sobrevivir. Y la clase media, ese pegamento que sostiene un país, está siendo desangrada poco a poco. No por una crisis, no por una guerra, sino por una maquinaria fiscal que ha olvidado para quién trabaja. Esto no es recaudación, es saqueo. Esto no es justicia social, es el arte de vivir del esfuerzo ajeno. Nos están violando… nuestra capacidad adquisitiva. Mientras tanto, los organismos se multiplican como hongos, y la élite política vive en una burbuja financiada, cobrando comisiones ilegales. Este no es un sistema sostenible: es un sistema abusivo.

Hacienda ha batido récords de recaudación, mientras la mayoría de los hogares bate récords de precariedad. En lugar de devolver ese esfuerzo en servicios de calidad, infraestructuras útiles, los trenes llegan siempre con retraso, en especial la Alta Velocidad; los incentivos para el crecimiento son nulos; se multiplica el gasto en estructuras inútiles, en redes clientelares, en chiringuitos políticos. El ciudadano paga más, pero recibe menos. La sanidad se colapsa. La educación se degrada. La vivienda es un privilegio. Las pequeñas empresas, las que generan más del 60 % del empleo en España, soportan una presión fiscal igual que las grandes corporaciones.

La recaudación récord no es síntoma de éxito económico, sino de asfixia. Así, la rueda gira al revés: el Estado se fortalece a costa del empobrecimiento de quienes lo sostienen. El sistema fiscal ya no redistribuye riqueza: la concentra. No en los pobres, como habían prometido, sino en los poderosos. No en la gente, sino en la administración pública. Mientras tú piensas si llegas a fin de mes, Hacienda piensa cómo llegar a por lo poco que te queda. 

No duerme. No descansa. No entiende de crisis, de esfuerzo ni de sacrificio. Solo sabe recaudar. Da igual si estás en paro, si tu negocio se hunde, si tu familia no puede más, si eres pensionista. El Estado siempre cobra primero. Hacienda no es un servicio público, es una trituradora de sueños. Una maquinaria impersonal que te trata como sospechoso, no como ciudadano. Que penaliza al que produce, castiga al que ahorra y persigue al que quiere emprender. No estamos ante un sistema fiscal justo. Estamos ante una forma de violencia. Una violencia legalizada, aceptada, estructural. Una forma de esclavitud moderna, donde trabajas más de medio año solo para alimentar a un Estado que jamás se sacia. ¿Y sabes lo más grave? Que se ha normalizado. Que lo hemos asumido. Que ya ni nos sorprende que nos roben con una notificación electrónica. Pero aún estamos a tiempo. A tiempo de indignarnos. De alzar la voz. De señalar al verdadero abusador con nombre y apellidos:

Hacienda no somos todos.

Hacienda es el verdugo, no la víctima.

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