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Las brujas

Las brujas

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En la plaza no cabía un alfiler cuando el Regidor salió al balcón. Traía el gesto adusto y preocupado que era su especialidad para anunciar desgracias al pueblo. Dejó que amainaran los murmullos y habló así:

“¡Querido Pueblo! No quiero ocultaros la verdad: una horrible amenaza se cierne sobre nosotros, un peligro tan terrible que, de no atajarse, supondría la muerte de nuestra comunidad o un destino no menos funesto”.

“Vemos las huellas en todas partes. El granizo que hace dos meses diezmó nuestras cosechas. La epidemia de fiebres en el sur el pasado invierno. Las miasmas que han arruinado los frutos de tantos árboles. Muertes presuntamente accidentales, esterilidad en mujeres casadas, partos malogrados, riadas, disputas continuas entre vecinos… ¿Qué os voy a contar?”

“Pero hemos consultado con los eruditos, con los estudiosos de mayor prestigio, y todos han dado una respuesta unánime, todos han llegado a una misma conclusión sobre la causa última de todas nuestras desgracias: las brujas”.

“No hay dudas ya en la Academia, entre los que saben, es un hecho: las brujas son las culpables. Y los brujos, claro. Están por todas partes, ocultas entre nosotros, y tienen un terrible poder para hacer daño. Su vecino puede ser un brujo; la mujer que le vende verduras en el mercado puede ser una bruja. Y sus poderes no hacen más que crecer, unido a su odio por todos nosotros”.

El regidor hizo una pausa, espiando el miedo en el rostro de sus vecinos abajo en la plaza. Entonces levantó los brazos en un gesto tranquilizador.

“Pero también hay buenas noticias: hemos elaborado un plan para luchar contra la brujería, un plan eficiente si somos constantes y estamos dispuestos a hacer los necesarios sacrificios. Porque no os lo voy a negar: debemos estar preparados para aceptar grandes sacrificios. La alternativa es la devastación y el horror, así que sé que sabréis comprenderlo. El plan exige dinero, de modo que tendremos que hacer economías. Tendréis que pagar una mayor parte de vuestras cosechas en contribuciones. Quizá haya que recurrir a requisas, a prohibiciones que podrían pareceros absurdas pero que son imprescindibles, avaladas por los mejores eruditos de la tierra. Tampoco vamos a tolerar quejas y desacatos cuando la existencia misma de nuestro pueblo está en riesgo, y os pedimos, os demandamos, la máxima colaboración”.

“Antes de terminar, he de alertaros: habrá quien os diga que las brujas no son tan poderosas como decimos, o que no son muchas. ¡Algún idiota habrá, incluso, que llegue a decir que no hay brujas, que las brujas no existen! Guardaos de esos, no les prestéis oídos, denunciadlos, apartadlos de vuestra compañía. Alguno habrá que actúe así por malicia, quizá por ignorancia y estupidez. Pero muchos de los que esparzan esas peligrosísimas mentiras serán ellos mismos brujos y brujas. Sabéis que siempre he sido amigo de la palabra libre y franca, de discutir abiertamente los asuntos que afecta a la comunidad. Pero aquí, en esto, no vamos a tolerar a los decidores de falsedades e infundios, traficantes de un veneno más potente que el arsénico”.

“Estad vigilantes. Y, sobre todo, estad dispuestos y determinados a sobrellevar los sacrificios necesarios de esta batalla, a renunciar vuestros mezquinos rinconcitos de licencia irresponsable y a confiar sin vacilar en todo lo que os ordene la autoridad, que se desvela por vuestro bienestar”.

El bulletin

Del ToroTv

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