Ya no cuela
Cuando estaban de moda los programas televisivos de cámara oculta, sucedía a veces que el ‘gancho’ daba con un pardillo tan ingenuo que parecía un pecado no explotarlo al máximo. Así que los guionistas forzaban la broma hasta el absurdo, tanteando los límites de la credulidad del sujeto.
Pensaba en esto viendo los denodados esfuerzos que hace el PP en general, y su candidato a la presidencia del Gobierno en particular, para convencer a sus votantes de que no se diferencian lo más mínimo del partido al que presuntamente quieren derrocar, portándose con su electorado como una mujer que quisiera desengañar a un pretendiente con desdenes. No eres tú, soy yo.
Pero el votante español es difícil de disuadir. Los romanos se asombraban de la ‘devotio hispanica’, la costumbre de seguir a un caudillo guerrero hasta morir cuando este moría, y poco parece haber cambiado en la piel de toro. Es una lealtad pétrea, enteramente nominal, amor a las siglas más allá de los desaires y las infidelidades.
En el pasado y pesado debate con Sánchez, Feijóo le ofreció la rendición firmada, y esta misma semana ha confesado que cuando esté en la Moncloa -resignándose así a su aciago destino- piensa consultar “intensamente” con Felipe González. No con Aznar, que ya tendría delito, sino con González, el de los Gal, el de la corrupción generalizada, el de los ministros que se llevaban hasta los ceniceros y que el mero paso del tiempo y el complejo de la derecha ha convertido en el Maestro Yoda de nuestra democracia.
Debemos reconocer que la cosa no es de ahora, sino de siempre, y que ni siquiera es exclusiva de nuestro país, sino común a la sedicente derecha del turnismo de posguerra en todo Occidente. David Cameron -¿se acuerdan de él?-, declaró en su momento que su modelo de gobierno era su predecesor laborista, Tony Blair, pudiendo elegir a Margaret Thatcher, y apenas sé de líder conservador que no se derrita cuando un rojo le pasa brevemente la mano por el lomo.
Me cuentan que don Alberto tuvo en su juventud querencias socialistas, y que vino a parar al PP casi cazado a lazo. Pero siempre como segunda opción, con la frustración del futbolista que no consigue entrar en un equipo de primera. Hay algo de eso en demasiados ‘peperos’, que nada les gusta más que superar por la izquierda a la izquierda en la rara ocasión en que tienen una idea propia, porque lo normal es que se limiten a conservar las ajenas con codicia de usurero.
Y en esa relación trágica y disfuncional estamos, un matrimonio tóxico que nada parece poder romper. Una derecha sociológica, que la llaman, que es más de Vox que Vox, que maldice el nombre socialista, pero que cierra los ojos a los ojitos que ‘su’ partido le pone siempre a los socialistas y que ignora en el veleidoso amado los suspiros que lanza cuando un rojo les sonríe.