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María la nihilista

María la nihilista
EFE/Jero Morales

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Ya no cuela

Ha dicho María Guardiola, aspirante pepera a presidir la Junta de Extremadura, que ella no está para ocuparse de “batallas culturales superadas”, que es como decir que no está ahí para gobernar, sino, todo lo más, para administrar, para hacer el Excel, y con ello se ha consagrado como la quintaesencia de la derecha mayoritaria española, que es derecha solo por descarte e inercia.

Tengo dicho que el PP es el partido nihilista, la marca blanca, la corporación de administradores de fincas que se han liberado, al fin, de toda idea y principio para limitarse a gestionar lo que le digan. Ha aceptado plenamente su impotencia ideológica, subcontratándola al PSOE.

Porque si un político no quiere ocuparse de las “batallas culturales”, no quiere hacer política en ningún sentido inteligible, y si, además, las considera “superadas”, debería explicar por quién y en qué sentido. Y es que la ‘cultura’, en el sentido en el que se habla de ‘batalla cultural’, es lo que un pueblo o comunidad política entiende que es bueno o malo, deseable o indeseable.

Al PP no le interesa esto, que es tanto como decir que lo mismo le da administrar la sharia que la heptarquía inglesa o la Corte Celestial del Emperador Amarillo.

El problema es que a la gente sí le importa la cultura, y mucho, aunque no lo indique con esa palabra. Quiere saber, digamos, si el país tiene fronteras, y si están en Ceuta o en el Ebro. Si ser español significa algo más que un ‘flatus vocis’. Quiere saber si hombres y mujeres tenemos que acoplarnos como se ha hecho siempre o vernos como enemigos jurados. También quieren saber qué se entiende por hombre y por mujer, y cuánto vale su vida. Esas cosas.

Por eso, cuando Guardiola dice de esas “batallas culturales” -tan frescas en la mente de todos que aún sangramos- que ha sido “superadas” quiere decir que el PSOE las ha ganado todas, por incomparecencia del PP, que se ha rendido sin desenvainar siquiera la espada. Porque si María se tomara la molestia de recitar todos esos cambios culturales a que hace referencia sin enumerarlos, podríamos comprobar que todos ellos se les ocurrió al socialismo, todos, sin excepción, y que a todos se opuso, siquiera testimonialmente y durante cinco minutos de respeto, el partido en el que milita cuando se presentaron por primera vez. Y ese historial sí es bochornoso.

De ahí que el PP, en lugar de reconocer que no tiene ideas propias o que ha perdido todas las batallas, heredando obsequioso aquello a lo que inicialmente se opuso, diga que lo suyo es “la gestión”. No tenemos ideas, pero gestionamos muy bien las ajenas. 

Eso es el colmo del absurdo. Es como presentarse a las elecciones no tanto como partido sino como gestoría. Pero si se trata de eso, mejor sería dejar el país en manos de una consultora, no sé, una de las grandes. Son caras, pero me juego el sueldo de un mes a que nos saldría indeciblemente más barato.

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