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Mirad lo que hacen, no lo que dicen

Mirad lo que hacen, no lo que dicen. Por Carlos Esteban

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No hay, en política, frase más peligrosa de creer que “esta vez es diferente”.

De cuando el mundo era joven y España se estrenaba en esto de las urnas, recuerdo que era costumbre entre el comentariado mediático escribir, al menos, un artículo denostando la demagogia de las consignas y contraponiéndola al programa electoral, que ese sí iba en serio.

Hoy sabemos más, o deberíamos, lo suficiente para poder hablar del ‘timo del programa’. 

Prometer es gratis, aunque se haga en un folleto aburrido con puntos y números, y las palabras se las lleva el viento igual si las suelta el líder en un mitin como si se imprimen en papel repujado. No es un contrato, el partido no va a pagar prenda si en el poder dice digo donde escribió Diego y el votante no puede llevarle a los tribunales por incumplimiento de promesa.

Del programa nos han enseñado a no fiarnos ni como aproximación, que si las leyes van do quieren reyes, de esa carta a los Reyes que recoge las buenas intenciones de los partidos no podemos esperar más fijeza que si estuviera escrita en agua. En ese sentido, los programas electorales son como la Agenda 2030, que todos veneran porque dice obviedades como que hay que acabar con la pobreza, como si el loable propósito no hubiera estado ya en la intención de todo gobernante decente desde que empezó el mundo.

¿Qué queda? El precedente y el sentido común, o ver qué hacen y han hecho más que lo que dicen que van a hacer. El PP de Feijóo, en aplicación de ese objetivo garbancero y chato de “acabar con el sanchismo”, como si eso existiera, promete ahora derogar o “ajustar” (que rima con asustar) las peores leyes de los últimos mandatos del gobierno de los retazos. 

Pero ni el Partido Popular acaba de bajar del cielo, vestido de pureza, ni su líder es ajeno a las decisiones de gobierno. Y en el primer y segundo caso vemos pocas razones para la confianza. Leyes hay en las autonomías y municipios regidos por el PP, y en la Galicia abrumadoramente dominada por Feijóo, que nada tienen que envidiar a las socialistas en punto a extremismo ideológico de ingeniería social a saco. ¿Por qué tendríamos que pensar que esta vez es distinto? ¿Cuántas veces se puede estafar a un hombre antes de concluir que le gusta y se merece lo que le caiga?

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