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Musk e Íñigo Montoya

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 Musk e Íñigo Montoya

Vaya por delante que me fío de Elon Musk tanto como de una víbora cornuda. Es un globalista de la rama más abiertamente transhumanista, con una empresa, Neurolink, con la que sueña meternos un chip en el cerebro a todo el que se preste. Pero reconozco que sus palabras en una reciente entrevista mano a mano me han puesto los dientes largos. Mucho.

El periodista quiere saber por qué Musk ha comparado a Soros con Magneto, el malo de los superhéroes Marvel, y ha dicho de él que quiere destruir la civilización occidental, cuando una opinión así, expresada públicamente, pone en peligro el futuro de sus empresas al irritar a muchísimos clientes e inversores.

En su respuesta, Musk hace referencia a la película La Princesa Prometida, cuando Íñigo Montoya tiene acorralado al hombre que ha matado a su padre, el Conde Rogen, del que ha jurado vengarse. Cuando le tiene inerme ante su espada, Íñigo le dice: “Prométeme dinero, prométeme poder”. Rogen, aterrado, lo hace, e Íñigo, antes de matarle, proclama: “Me da igual”. Concluye Musk: “Si expresar libremente mis opiniones me va a hacer perder dinero, que así sea”.

No es necesario creerle, aunque me inclino por hacerlo. En cualquier caso, creo que ese despliegue verbal de libertad nos conmociona y atrae a todos los que lo oímos, como un ideal tan alejado del mundo moderno, de sus pompas y sus obras, como quepa imaginar.

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Del ToroTv

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