En la época de Franco las cárceles estaban llenas de presos políticos considerados “irrecuperables, débiles mentales que había que aislar”, era la época de Vallejo Nájera y López Ibor. Los marxistas tenían algo intrínseco en su naturaleza que los hacía inferiores, eran unos tarados que hacían mal a la sociedad.
Tras unas décadas, en la transición democrática, los presos que abundaban en las cárceles ya no eran presos políticos, era los llamados toxicómanos, corrían los años 70 y 80. Se les consideraba irrecuperables puesto que tras romper sus enlaces neuronales quedaban tarados y ya no tenían remedio, había que encerrarlos, aislarlos, hacían mal a la sociedad. Yo mismo trabajé muchos años por la reinserción de los drogadictos y luché con indignación contra aquella desastrosa ideología que condenó a miles de personas. Y no pocos me criticaron por aquello. Recuerdo las manifestaciones de los vecinos contra el centro de tratamiento que abrimos.
Pero lo curioso, es que los razonamientos que se usaban contra los presos irrecuperables políticos y los irrecuperables toxicómanos, eran los mismos.
En estas décadas me vuelvo a encontrar el mismo síntoma con otra máscara, siento nuevamente un dejavú: cientos de hombres acusados de violencia de género son condenados por cuestiones en no pocos casos “ambiguas”. Y todo esto me vuelve a recordar a los años 80 y 90, son los mismos discursos de odio, intransigentes y condenatorios.
Es el nuevo tabú del que nadie puede hablar. Al igual que no se podía defender a los presos políticos a los que había que aislar y posteriormente a los irrecuperables toxicómanos que había que encerrar.
Evidentemente, una ley de protección a la mujer era muy necesaria, está claro, pero no la ley que tenemos… fue otra de las muchas leyes de Zapatero enfocadas a dividir a la sociedad. Dedicaré otra columna a la neurosis obsesiva de Zapatero donde explicaré por qué todo lo que hizo tenía como objeto separar y confrontar a la sociedad con resultados desastrosos.
Se considera que si un hombre pega una mujer es por una cuestión “patriarcal, por tanto, ideológica”, pero también podríamos decir que cuando un nieto pega a su abuelo, estamos ante un joven malcriado dentro de una sociedad con pocos límites y educado con baja tolerancia a la frustración y eso, digan lo que digan: también es “ideología.”
Una mujer dice que el rasguño que muestra en el brazo es por culpa de su marido, -ha sido violencia-, no hay testigos, pero el hombre es criminalizado, excluido y culpado socialmente.
El hombre es metido inmediatamente en el calabozo y perderá, puesto que la Ley va en contra de los varones.
Las políticas identitarias progresistas centradas solo en los grupos de víctimas se han impuesto, pero para imponerse han de atacar a su contrario, despreciarlo, y considerarlo como irrecuperable, y en estas estamos.
Recuerdo la película Te doy mis ojos (2003) de Icíar Bollaín. En esta película se mostraba al hombre como “irrecuperable”, con las mismas consideraciones de desprecio que se atribuían a los toxicómanos y a los presos políticos. Seres inferiores, irrecuperables, que la sociedad debe aislar.
Curiosamente contó con el asesoramiento profesional del famoso catedrático en psicología Enrique Echeburúa que siempre saca un libro con cada tema de moda. Es curioso cómo el discurso del poder siempre se ha apoyado en la psiquiatría y la psicología, aunque esto también lo dejaremos para otra columna.
Menos mal que suele haber contrapesos y grupos que luchan contra la sin razón.
La Asociación de Ciudadanos Europeos Contra la Corrupción (AECC) ha denunciado por delito de odio a la eurodiputada Irene Montero, por decir que “todos los hombres son violadores en potencia”. Esto es un delito de odio y discriminación, según los artículos 18, 22.4 y 510.1 del Código Penal.
Suena a esperpento que la ministra de Igualdad sea denunciada por discriminación y odio. Sorprende también por las posibles consecuencias de sus palabras… Irene estudió psicología y cualquier psicólogo sabe que estas palabras pueden generar más violencia, en fin.
El síntoma actual contra los varones nos recuerda a otras épocas (son violadores en potencia, irrecuperables, hay que aislarlos…) un discurso ejercido por la ideología dominante.
Hoy, después de una vida dedicada a la psicología sigo redactando informes para juicios: alguno para personas con problemas con las drogas, pero la gran mayoría son para juicios de varones que lo han perdido “casi todo” por hechos donde lo común es que “no haya testigo alguno”.
Y claro está. ¡Segurísimo que no hay ninguna denuncia falsa! Pero los abogados saben muy bien que basta una pequeña exageración para quedarte con todo.