Todos ellos, aunque no piensen ahora precisamente en eso, morirán con sus maldades a cuestas. Como esos lastres de plomos que se ponen los buzos para mantenerse en las profundidades de las inmensas simas oceánicas, sus enormes vilezas harán vagar sus almas por los abismos y soledades del Hades.
Lo que ha hecho los medios de comunicación con el caso de Kate Middleton es el mal en estado puro. Hay programas, tertulias, reuniones de linchadores profesionales cuya ocupación consiste en destrozar a personas, familias, negocios o memorias. Gritan, insultan, difaman, mienten. Impunemente. No se paran en nada ni ante nada. Y van a seguir haciéndolo. Por dinero. Han convertido los platós, estudios y digitales en patios de Monipodio, con sus cotillas, chismosos, cuentistas y difamadores. Todos ellos, además, disparan su lengua viperina con la misma ligereza con que un pistolero del Oeste descargaba el revólver sobre cualquier viandante.
De la princesa de Gales han dicho que tenía un amante, que su marido le ponía los cuernos, que el matrimonio estaba al borde del divorcio, que estaba medio loca, que estaba poniendo en riesgo la monarquía británica, que había dejado de cumplir con sus obligaciones institucionales como si se tratara de una aristócrata caprichosa y distante, una María Antonieta cualquiera, etc.
Ahora sabemos que las ausencias de la princesa de Gales, guapa, rica, inteligente y simpática (ante tantas cualidades, imán de las envidias, los odios y rencores de todos esos mediocres) se deben a que padece cáncer, está siendo sometida a un tratamiento de quimioterapia y estaba esperando a las vacaciones de Semana Santa para contarle a sus hijos la enfermedad a la que debe enfrentarse toda la familia.
La prensa negra se ha extendido como una metástasis por todas las secciones de los medios de comunicación y va del corazón al deporte, de la política a la cultura, a todos los rincones.
El periodismo vive su más bajo momento profesional y moral.
Filtrar noticias contra el novio de una adversaria en un ejercicio sin parangón de violencia periodística vicaria al servicio del poder.
Quien publica mentiras para salvar a su amo de un difícil debate parlamentario que afecta a su mujer, con falsas noticias sobre la mujer del contrario, debería cerrar la persiana. ¿Hay algo más cutre?
Unos esparcen basura y mentira. Otros sustituyen la investigación por el sicariato. Y todos esperan lanzar sus babeantes fauces sobre la próxima presa