El presidente en la lona
Feijóo apenas se tuvo que poner los guantes. Ayer 6 millones de españoles soportaron 100 minutos de combate entre un boxeador sonado que daba ganchos al aire y no paraba de abrazarse al contrario, y un púgil que de cuando en cuando le propinaba un directo, sin inmutarse apenas, y le dejaba ido.
La primera nota del cara a cara electoral de anoche fue la falta de neutralidad del medio y el desigual arbitraje de uno los moderadores (Ana Pastor). Dio lo mismo porque la diferencia entre los contendientes fue tan abismal que las argucias de la periodista apenas tuvieron protagonismo y efectos en el desenlace del debate.
La segunda nota fue es espectáculo que dio un espídico presidente del gobierno fuera de control. Pedro Sánchez fue ayer la peor versión de sí mismo. Maleducado, faltón, engreído, ridículo, sin contenido, sin entidad, sin categoría política alguna. Parece mentira que un tipo así haya sido presidente del gobierno de España. Pedro Sánchez basó toda su estrategia en interrumpir de manera agresiva al contendiente, en no dejarle hablar y en pasarse las la llamadas al orden de Vicente Vallés por el forro. Se enfrentó a Feijóo, se enfrentó al moderador y se enfrentó a los telespectadores. Fue tal ejercicio de vacuidad y de arrogancia que Feijóo tuvo que decirlo: oiga, que esto no es el Hormiguero. Como los malos aleros de baloncesto, Sánchez saltó a la cancha sin tocar balón y cargándose de faltas personales.
La tercera es que Alberto Nuñez Feijóo tuvo una de sus mejores intervenciones televisivas. Serio, calmado, con entidad política, con categoría de presidente del gobierno, derrotó a Sánchez con su mirada azul. Un poema, los ojos analíticos de Alberto Nuñez, entre la sorpresa, la incredulidad y la chirigota por lo fácil que se lo estaba poniendo el contrario. El popular no daba crédito a lo que estaba viendo, pero supo utilizar, como los buenos judocas, el ímpetu desordenado del contrario para lanzarle una y otra vez al suelo, Ippon, Ippon. La inteligencia de Nuñez Feijóo consistió en darse cuenta desde el minuto uno y en darle cancha al hiperestésico para que la piafara ante toda España. Voló por los aires sin descanso, el pobre.
La cuarta nota es que el gran ausente y protagonista del debate fue Santiago Abascal. Pedro Sánchez se empeñó en dirigirse durante 100 minutos a Feijóo como si este fuera el presidente de Vox. Sánchez echó mucho de menos a Abascal y cometió la torpeza de criticar al posible socio de Nuñez Feijóo, obviando el pequeño detalle de que en este momento Abascal se disputa el voto de la derecha con Feijóo. Consecuencia: Criticando a Vox, Pedro Sánchez trabajó bastante para favorecer el voto de los espectadores de derechas en favor del PP.
Sánchez cometió todos los errores posibles: se mostró como un tipo antipático y arrogante, faltó a las reglas básicas de la buena educación, se enredó en sus propias debilidades (el falcon, el sí es sí), tuvo que recurrir a la guerra de Irak de 2004 (sic), no supo poner en valor (cosa difícil) su gestión, mintió con la convicción que le caracteriza y fue incapaz de darle un solo golpe al adversario. Se estudiará en las escuelas de telegenia y los asesores de imagen de todos los políticos del mundo pondrán ese video a sus candidatos como modelo de lo que no se debe hacer nunca.
Pedro Sánchez salió completamente KO del combate. Ni sabía quien era, ni a qué había ido a ahí, ni quien era su adversario. Un desastre sin paliativos. Probablemente, el peor debate de la democracia del peor presidente del gobierno de España.