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Editorial. Lo que va de Don Limpio a Harry el Sucio

Editorial. Lo que va de Don Limpio a Harry el Sucio
EFE/EPA/OLIVIER MATTHYS

¿Debemos creer al mentiroso?

Parece ser que la última baza que le queda a Pedro Sánchez para presumir de sí mismo, entre puchero y puchero, es la de autodefinirse como un político limpio.

¿Que es un político limpio? ¿El que no miente a los ciudadanos? ¿El que no engaña a los electores? ¿El que pacta con el mismísimo diablo (léase Bildu) para mantenerse su asiento en el poder? ¿El que busca aliados entre los enemigos de su país? ¿El que profana tumbas, falsifica la historia y recupera los viejos rencores de la guerra para enfrentar a los españoles entre sí? ¿El que oculta las oscuras e injustificables razones de su abdicación en la cuestión de Sáhara, de la que ahora reniega? ¿El que ha intentado la más brutal ocupación de todos los poderes del estado?

Es posible que Sánchez se refiera a que (aún) no ha robado. ¿Hay que creerle? ¿Hay que creer a un embustero? ¿Hay que creer no solo que no lo haya hecho sino que no lo vaya a hacer en el futuro? 

Un político que ya ha perdido todo su crédito a base de mentiras puede decir lo que quiera. Puede mentir con una enorme convicción. Y nosotros podemos creerle o no creerle. Podemos dejarnos engañar o podemos plantarnos ante su falta de credibilidad. Y podemos pensar que, como siempre ha hecho hasta ahora, nos está mintiendo también en esta cuestión, y concluir que la nueva versión de Pedro Sánchez “D. Limpio” no es más que una nueva impostura del viejo “Harry el Sucio”. El dice que es un político limpio y que no ha robado nada pero… ¿Quién puede creer en Pedro Sánchez?

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