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¿La Agenda 2030 o la Genda 2030?

¿La Agenda 2030 o la Genda 2030?

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Por Fernando Pérez del Río

He pasado media vida trabajando con gente pobre, con drogadictos y gente que ha pasado muchos años en prisión, en navidades yo les solía regalar una agenda para apuntar sus cosas y muchos de ellos me contestaban, gracias por la “genda”, y yo siempre les contestaba, se dice con “a” a-genda. 

Esta anécdota me ha venido a la cabeza cuando he leído la Agenda 2030 quizá por las confusiones que infunde.

En principio, al leer la Agenda 2030, todo es tan idílico como acabar con la pobreza bajo el paraguas de la siempre intocable y archipresente justicia social.

Pero como el diablo está en los pequeños detalles, para la Agenda, todas las respuestas deben venir siempre del Estado, sin duda es una visión estatalista. Mejor dicho es una visión meta-estado de intereses que están por encima de los Estados, pero para no desviarnos demasiado hay que centrarnos en la “Agenda”: la educación debe de ser pública, y ¿Qué ocurre si libremente quiero llevar a mi hijo a un colegio privado o concertado? y ¿Qué ocurrirá con las maravillosas pedagogías alternativas venidas de Italia de la mano de Montessori, o con las escuelas alemanas Waldorf?   ¿Nos olvidamos del creador y director de la Institución Libre de Enseñanza Giner de los Ríos?

En definitiva, nos quieren dictar cómo pensar desde el modelo único público del Estado. 

Sin duda, la Agenda nos impone un modelo hegemónico, al igual que ocurre con las noticias, primero nos meten mucho miedo y en un segundo momento es el Estado quien nos da la solución. Amén.

La “Agenda” es una uniformidad en forma de 17 puntos donde hay momentos en los cuales el texto 2030 “se viene arriba” “se crece” y elogia hasta el delirio los “valores” promovidos por el deporte, no les basta con que los gimnasios estén llenos… La conclusión que debemos extraer es que nos dicen también cómo debemos vivir.

Suena un tanto surrealista que, el ganar rivalizando en el deporte, se ponga como ejemplo máximo para obtener tales valores de igualdad donde uno gana y otro pierde, aunque sabemos que la suma cero en negociación no es recomendable, en fin.

Pero paradójicamente, no dice nada de las aportaciones de las religiones a los “valores”, más bien, las religiones son vistas como problemáticas y pueden promover incluso la desigualdad.

Tampoco diferencia entre religiones; como sabemos hay religiones radicalmente diferentes unas de otras, una religión puede ser “paz y amor” y otra ve infieles por todas partes.

Sin duda, la Agenda 2030 plantea un modelo, estatal, occidental, organizado desde instituciones internacionales. Crean nuevos dogmas que de paso arrinconan en el cuadrilátero a sus competidores ideológicos, evidentemente, a la religión, y de paso, a la chita callando, imponen la ideología de Género y el puntillismo de la libertad individual frente a la familia. La familia está desaparecida en la Agenda 2030 y cuando digo desaparecida, es desaparecida. La familia como máximo y casi único soporte del ser humano en su evolución ni se menciona.

Para la Agenda 2030, el ser humano es imperfecto, homines vacui, egoísta, que come carne, somos seres inmaduros que tenemos que ser educados y dirigidos, y nos tienen que decir lo que tenemos que hacer, sin ir más lejos, se insiste en controlar la natalidad bajo una especie de narrativa del apocalipsis.

Y esto de verdad me produce la risa floja… puesto que leo la Agenda 2030 desde la España extinguida, “vacilada”. 

Es lo que pasa cuando se impone lo global a una zona castellana donde viven en soledad cientos y cientos de octogenarios que a nadie importan. Como se suele decir en la montaña palentina, “es más fácil ver nacer a un osezno que a un niño”.

Reconozco que soy algo despistado pero en ningún momento me ha parecido leer nada de la familia en la Agenda 2030 -insisto-.

¡Pero mucho cuidado amigos!, y aquí viene la gran trampa, la Agenda no plantea acabar con los monumentales fondos de inversión, ni los temidos fondos buitre, la Agenda, por sí fuera poco no dice ni palabra sobre los paraísos fiscales, que sí son realmente un monumental problema y generadores de las mayores desigualdades mundiales. 

No se habla del vergonzoso paraíso fiscal  holandés, o de los países “anglos” que tienen sus propios paraísos fiscales (recomiendo leer el Ensayo sobre la desigualdad. Qué nos queda para ser felices, 2017, editado por la universidad de Burgos). 

Según Alberto G Ibañez (2024) “Las bases que utilizaban los piratas como refugio de sus delitos, pasaron (¿casualmente?) con el tiempo y con el consentimiento de la potencia descolonizadora (fundamentalmente, Inglaterra, Holanda y Francia), a ser refugio de los que quieren defraudar al fisco, otros piratas modernos de cuello blanco para otros paraísos de ilegalidad.”

Resumiendo: tu pagas y ellos no. Y la plutocracia manda sobre la Agenda 2030. Por cierto, España es uno de los pocos países honrados que no tiene sus propios paraísos fiscales.

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