Tal día como hoy, 8 de julio de 1808, el emperador Napoleón Bonaparte promulgaba una Constitución para la España ocupada por el ejército francés. En realidad, nunca llegó a entrar en vigor.
Las tropas de Napoleón habían penetrado en España con la anuencia de la propia corona, teóricamente para controlar Portugal, y a cambio de determinadas prerrogativas sobre el país vecino. Pero la guerra a muerte entre el rey Carlos IV de Borbón y su hijo Fernando (que será VII) dio a Bonaparte la oportunidad de controlar completamente el país. La familia real española, confinada en Bayona, dio la medida de sí misma: Carlos IV se vio forzado a abdicar en su hijo y éste, a su vez, de nuevo en su padre, que abdicó
nuevamente en Napoleón, el cual dio la corona de España a su hermano José Bonaparte, “Pepe Botella”. Nunca había caído tan bajo la monarquía española.
La Carta Magna ideada por Napoleón para la España sometida –en realidad, una carta otorgada, pues no hubo asamblea constituyente- tenía por objeto implantar una monarquía de tipo constitucional con amplias prerrogativas para el rey y de carácter estrictamente confesional (católico), aunque con derechos ciudadanos y un poder judicial independiente. No faltaron diputados españoles -91 liberales, concretamente- dispuestos a prestarse al juego y sancionar el texto. Que no era un mal texto para la época, pero, evidentemente, venía lastrado por el nada desdeñable hecho de ser impuesto por las armas sobre una población sometida. Se lo había dicho Jovellanos en una célebre carta al hispanofrancés Cabarrús, faro de muchos liberales de aquel tiempo: “España no lidia por los Borbones ni por Fernando; lidia por sus propios derechos originales, sagrados, imprescriptibles, superiores e independientes a toda familia o dinastía. España lidia por su religión por su Constitución, por sus leyes, sus costumbres, sus usos; en una palabra: por su libertad, que es la hipoteca de tantos y tan sagrados derechos”.
En aquel mismo de julio la mayor parte de España se hallaba ya en franca revuelta contra Napoleón: Madrid se había levantado el 2 de mayo, Valencia había rechazado un primer asedio napoleónico, los catalanes habían derrotado a los franceses en el Bruch, Zaragoza hacía frente a su primer sitio por las tropas francesas y pronto tendría lugar la batalla de Bailén. La Constitución de Bayona, en definitiva, no fue más que una añagaza política para tratar de seducir a un pueblo que, sin embargo, prefirió pelear por su libertad antes que aceptar la que le imponía un emperador extranjero.