X

El nacimiento de los Ateneos

El nacimiento de los Ateneos

En esta noticia se habla de :

En Atenas se denominaban Academias y Liceos a instituciones dedicadas a la reflexión y a la cultura, es decir, al cultivo de la inteligencia. Ninguna se llamó Ateneo. La referencia más antigua que he encontrado de este nombre deriva de una institución inicialmente llamada “Liceo de las Artes”. Esa institución revolucionaria fue creada en agosto de 1792 por iniciativa del coronel de ingenieros Charles Desaudrais, diplomático y hombre de letras. Organizó sesiones de difusión de la cultura a título gratuito en los jardines del Palacio Real, renombrado Jardín de la Igualdad en honor del Duque de Orleans, que era revolucionario y su propietario.

De su éxito habla su audiencia; no menos de cuatrocientas personas se beneficiaban de la gratuidad de la oferta del conocimiento de los sabios de su época, entre otros Antoine Lavoisier (1743-1794), Jean d’Arcet (1724-1801), ambos químicos, Louis Jean-Marie Daubenton (1716-1800), médico y mineralogista, Félix Vicq-d’Azyr (1748-1794), médico y anatomista, Antoine Parmentier (1737-1813), agrónomo y nutricionista, Antoine-François de Fourcroy (1755-1809), boticario, entre otros muchos. Cuando en Francia se reservó el nombre de Liceo para los establecimientos docentes que aún conservan, se cambió en 1803 el nombre de Liceo por el de Ateneo.

Los Ateneos en España

En España hay muchas instituciones culturales que conservan el nombre de Liceo, recuerdo el que había en Orense en mi infancia “Liceo Recreo Orensano, y que aún existe, pero quizá la mayoría se denominan Ateneo. Su objetivo común es promover el desarrollo personal e intelectual de la comunidad, en especial de las más privadas de oportunidades, mediante la difusión de las ciencias, fundamento de la industria las letras y las artes; también honrar a personas socialmente útiles otorgando coronas, medallas y menciones.

El más antiguo se creó en Madrid en 1820 impulsada en parte por la Asociación Matritense de Amigos del País al inicio del trienio liberal; el mismo año en que  Fernando VII juró que respetaría la Constitución de Cadiz de 1812. Lo cerró tres años después y no se recrearía hasta 1835.

En su cincuentenario, el Ateneo de Madrid decidió abrir todos los días desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche ofreciendo un salón de conversación, una biblioteca y un salón de lectura donde se disponía de los más importantes periódicos políticos literarios y científicos.  Ese horario se mantiene desde entonces abierto todos los días de la semana. No se creó como un establecimiento docente, pero en él socios o no socios aportan gratuitamente sus conocimientos. El Ateneo de Madrid los impartió desde entonces a través de las Secciones y Cátedras para la formación, sobre todo, de quienes no tenían acceso a una enseñanza entonces casi exclusivamente reservada a la burguesía, incluidas las mujeres a las que llegó a estar prohibido “legalmente” el acceso a la universidad.

Creado el Ateneo de Madrid su ejemplo y éxito provocó la creación de otros en muchas capitales de provincia y aun grandes ciudades. Así: se creó en Barcelona el Ateneo Catalán en 1860 y el Ateneo Balear en 1862. El primero se fundió con el Centro Comercial y Mercantil de Barcelona, dando lugar al actual Ateneo Barcelonés en 1872. A partir de 1875 se extienden los Ateneos por toda España: Albacete, Alicante, Burgos, Cáceres, Cádiz, Gijón, Jerez de la Frontera, La Laguna, Mahón, Málaga, Santander, Sevilla, Valencia, etc.; quedan muchos sin citar, por lo excesivo de su número y aún más por crear y al fomento de esa tarea vamos a dedicarnos.

El “Centro de Estudios Ateneos “está promocionando con este u otro nombre que se creen centros en todas las ciudades donde aún no existan, lo que interesa es el contenido dado que “el hábito no hace al monje”. Apreciamos que ahora vuelve  a ser una necesidad para el beneficio del ciudadano y de la ciudadana, que diría Olimpia de Gouges. No es que la sociedad tenga cierta pérdida de valores culturales – esa es queja general y secular que identifica a la persona mayor que ha perdido el contacto con las nuevas generaciones y se queja, como víctima cuando quizá también es culpable de esa pérdida de contacto. Pero parte de ella deriva también del aumento del tamaño de las poblaciones, que la dificulta, del incremento de los medios de comunicación telemáticos que la substituye malamente, y dificulta los debates abiertos substituidos por lecciones magistrales que al substituirlos los eliminan.

El diálogo hizo al hombre; fue y sigue siendo el fundamento del progreso. Allí donde se dificulte, no digamos si se impide, es como si se siembra sal sobre un campo: se vuelve estéril.

El bulletin

Del ToroTv

Suscríbete y disfruta en primicia de todos nuestros contenidos