Hasta que la bolsa se agote
La democracia termina cuando el pueblo encuentra en la urna el camino al tesoro. El poder que le quita al ciudadano productivo cinco para repartirlo entre cinco ciudadanos dependientes habrá perdido, quizá, un voto, pero se ha asegurado cuatro. Se produce así una alianza de hierro entre la oligocracia dominante y las clases dependientes contra los productores de riqueza.
Argentina, en los años treinta del pasado siglo, iba camino de convertirse en la primera potencia económica mundial, y hoy tiene un cuarenta por ciento de su población por debajo del umbral de la pobreza. En una situación así, cualquiera diría que el pueblo hambreado votaría por el candidato que le ofreciera salir de ese declive permanente. Pero no es así, porque el poder peronista ha creado un entramado de subsidios y subvenciones que los beneficiarios no quieren poner en peligro votando a quien les promete eliminar esas míseras bicocas.
Uno puede fácilmente predecir la explosión de un modelo así, en el que todo el mundo aspira a vivir de todo el mundo, tan fácilmente como puede predecir el choque de dos automóviles que se dirigen uno contra otro a toda velocidad en una carretera de un solo carril. Pero uno no piensa en lo que podrá beneficiarse en teoría con un modelo sano, sino en lo que pierde de forma inmediata, mañana mismo, porque lo de comer es una costumbre diaria y menos da una piedra.
Este es el camino que ha emprendido o, mejor, que ha perfeccionado Pedro Sánchez en España, y que nos llevará indefectiblemente al mismo resultado.