Si lo pensamos bien, a partir de los años 50 del siglo pasado los trabajadores de clase media-baja empezaron a tener casa y coche, acercándose así al estilo de vida de la clase media-alta, lo que llevó a algunos partidos de izquierdas a temer que cada vez tendrían menos electorado, por lo que apostaron por otros nichos lo que denominamos como políticas identitarias.
Este tipo de políticas enarbolan la causa de grupos identificados como víctimas (por ejemplo, el denominado colectivo gay, género, determinadas regiones) y desprecian a todo lo que atente contra dicha causa, pues todo aquello que sea contrario a ella será la fuente de todos los males.
No por azar, incluso ahora se aceptan “the fakes news” de turno si son coherentes con la postura identitaria que uno tenga; basta con que la falsa noticia desprecie al adversario.
Porque las políticas identitarias tratan de eso, de adscribirse emocionalmente a un grupo de víctimas y despreciar al contrario que suele ser: el hombre blanco heterosexual cisgénero, la familia tradicional, la religión, o la idea de patria. ¿Dónde está lo comunitario, el bien común?
Debemos aceptar ahora que vivimos una tolerancia muy cínica, en el sentido que protege mucho a unos; los que ellos consideran “víctimas” y, no a otros, los que ellos consideran “opresores fascistas”. Sin ir más lejos, los hombres varones tienen supuestamente la culpa simplemente de existir, “son violadores en potencia”.
En este sentido asistimos a un nuevo tribalismo muy hostil de regiones víctimas, migrantes víctimas, identidad de géneros, etc., con objeto de mantener tales nichos de votos. Pero tal manera de actuar ha conseguido polarizar y separar a la gente.
La novedad, es que esta ideología identitaria woke, del perrhijo y la sologamia ha estirado demasiado el chicle, y la repuesta a la que asistimos es justo la contraria.
Por este motivo la familia tradicional, los hombres blancos, los que defienden su patria, o las personas religiosas han preferido a Trump. E importa bien poco que Trump diga irónico que bebiendo lejía se mata la COVID. Una frase fruslera que por cierto aplaudieron en Medio Oriente, en Egipto decían: es excesivo el pánico que nos quieren transmitir desde Occidente. Enviándonos constantemente imágenes de muertos en Italia y España. “Siempre Europa nos quiere introducir miedo” ─suelen decir en los países árabes─. Algo de razón tenía Trump y, además, frente a los ocho años de guerra continúa del gobierno de Obama, Trump no comenzó ninguna.
Cabe señalar que Kamala Harris centró su discurso en las políticas identitarias de siempre y a la par, se dedicó a meter muchísimo miedo ante la posibilidad del regreso de Trump…
Es en este punto, cuando las personas de izquierdas y la prensa española (la prensa española no analiza lo ocurrido solo insulta continuamente a Trump) se quedan perplejas y no entienden cómo una persona como Trump pueda ganar las elecciones por mayoría.
En el fondo, hay que recordar que la derecha ha ganado usando la misma estrategia de “políticas identitarias” que lleva realizando tanto tiempo la izquierda. Lo que sí es notorio es que D. Tramp, ha dicho a sus votantes que las víctimas eran ellos: los hombres blancos, la familia tradicional. La realidad es que todos estos grupos antes “acusados y culpados de todos los males y expulsados del paraíso”, ahora solo están defendiendo su propia existencia.
Por eso han vuelto los estadounidense a votar a Trump pese al asalto al capitolio. No me van a engañar. Es mucho más importante defender mi identidad y dejar de sentirme humillado: Make America Great Again. Volver al sueño americano significa volver a sentirme bien, volver a estar orgulloso de lo que soy, un hombre blanco, familiar y creyente.
Y hoy en día, en eso consiste el debate político, defender el marco identitario al que uno se adscribe.