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¿La Tercera República?

Todo ello antes de que las pandemias por venir y el holocausto nuclear conviertan Europa en un despoblado erial. ¡Welcome Madame Acalipsis!
El rey Felipe VI (i) estrecha la mano al líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, antes de su encuentro celebrado este martes en el Palacio de La Zarzuela en el marco de la ronda de contactos para designar nuevo candidato al Gobierno de España. EFE/ Juanjo Guillén POOL

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Ahora que estamos en plena negociación de legislatura opresiva contra amnistía vergonzante, acaso fuera oportuno glosar el peliagudo asunto de la llegada de la Tercera República. Desde luego ya a nadie se le escapa que las condiciones son parejas de las que promovieron la Segunda: ambiente previo dictatorial, totalitario podría decirse, cuestionamiento de la Monarquía y su régimen, el constitucional del 78, golpe de Estado en ciernes precedido por una elecciones, las recientes, de dudosa legalidad— y no sólo por un evidente pucherazo del voto, obvio en la no-llegada de 400.000 votos por correo, sino también en un recuento sesgado en el que parecía inexorable la victoria de Frankenstein, aunque el postrer recuento del voto madrileño lo impidiera —, una crisis social internacional y otras semejanzas que están por llegar, como el exilio del Rey y una nueva constitución de nuevo republicana. Por no incidir en una ominosa década precedente revuelta, inestable y violenta, no muy distinta de la de los años veinte del siglo XIX.

Pero en este milenio recién estrenado y cibernéticamente manipulado con herramientas abstrusas como internet, inteligencia artificial y metaverso, el proceso va a resultar mucho más sofisticado, perverso y destructivo, probablemente sin retroceso posible y en el que la muerte no vendrá por la guerra, de momento, sino que se articulará, de acuerdo con la corriente universal “woke”, mediante leyes liberticidas que ya están en vigor -aborto, trans, eutanasia, violencia machista, inflación monetaria  o cambio climático antropogénico— y otras que vendrán de la mano de los gobiernos suicidas que cada día son más numerosos en la vieja Europa y del gran villano virtual en que ha mutado la ONU.

A no ser que acontezca una improbable rebelión del rebaño de obedientes ovejas en que la sociedad del bienestar ha convertido a la población del primer mundo

Pero sigamos con la situación en la piel de toro, el país elegido como cobaya experimental par comprobar la mucha o poca resiliencia al cambio de Occidente, o más bien del suicidio de Occidente. Y la cobaya está respondiendo de maravilla al modelo propuesto, el escondido tras las carátulas de los diecisiete objetivos de la Agenda  2030. En ese año, según los Bildeberg, seremos felices sin nada, es decir, sin casa, sin coche, sin libertades….

El gobierno Frankenstein en funciones negocia sin pudor un pacto con los minoritarios partidos independentistas catalanes que, más pronto que tarde, conllevará irremisiblemente la destrucción histórica, geográfica, social, cultural y de progreso económico que nos trajo el llamado Régimen del 78, una nomenclatura más de las izquierdas que dominan las técnicas de agiprop`aprendidas y asimiladas del condenado nazismo y del infecto estalinismo. La cosa no puede ser más propia de monsieur Rocambole. Los catalanes— toujours les catalans—  con un tal Puigdemont al mando de la Generalitat dan un golpe de estado en 2017 lo que, gobernando el PP y con la aquiescencia del PSOE, provoca la aplicación del 155 y eventualmente la huída vergonzosa en el maletero de un BMW a Bélgica del ex-presidente Puigdemont, que se traduce al denostado idioma español como “cimademonte”, por mucho que estemos tentados de apelarlo puigdemonio, demonio cimero. Por supuesto es reclamado por el Tribunal Supremo y su deportación denegada por Bruselas; es más, raudamente es elegido diputado del Parlamento Europeo y declarado inmune. La Justicia Española, hoy ya casi toda vasalla de Frankenstein, patalea exigiendo su extradición, pero ya se sabe es una dama que camina con mucha lentitud y parsimonia. Y en esas estamos, aunque estaremos peor tras la negociación en marcha para que Frankenstein renueve el mandato tras el fracasado intento de investidura de Feijoo. 

El gobierno Frankenstein en funciones negocia sin pudor un pacto con los minoritarios partidos independentistas catalanes que, más pronto que tarde, conllevará irremisiblemente la destrucción histórica, geográfica, social, cultural y de progreso económico que nos trajo el llamado Régimen del 78

Y todo apunta a que lo peor va a tener lugar. Ahora bien, Puigdemonio exige no sólo la amnistía, también un imposible referéndum de independencia, al menos con la actual Constitución, y un porrón  de euros que sostiene le ha robado España a su querida Cataluña. Y a pesar de la casi total colonización por parte del tal Frankenstein del Estado — boe, cis, constitucional, fiscalía, etc.—, ya sólo le falta el Consejo y el Supremo, ambos ya no obstante maniatados, lo que con mucha rara educación espera le facilite el triste caballero Feijoo, se nos antoja imposible otorgar tanta dádiva, especialmente el referéndum de marras. 

Así las cosas y ante la inconveniencia de convocar unas nuevas elecciones, la única salida al impasse sería pagar con moneda y amnistía y prometer encaminar la legislatura hacia la por el nuevo Frente Popular ansiada Tercera República que sería Confederal asimétrica para contemplar, ya sin pudor alguno, la libertad política de algunas de las Comunidades Autónomas del régimen del 78. Como Frankie no da puntada sin hilo es de esperar que cuando se celebre esta República, en la ceremonia constitutiva despliegue un documento que exija juramento de fidelidad a los distintos países independientes agrupados en ella, un poco en la línea de la RFA y de l9s EE.UU.

Todo ello antes de que las pandemias por venir y el holocausto nuclear conviertan Europa en un despoblado erial. ¡Welcome Madame Acalipsis!

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