La tribuna
El primer pensamiento ante la bolañada madrileña es el asombro, preguntarse si durante el Saco de Roma harían los romanos de cualquier fruslería vaticana la comidilla del momento. Es sorprendente que se gasten tantas neuronas, recurso escaso donde los haya, en discutir con gran aparato documental de protocolo autonómico si a un ministro de este gobierno le correspondía o no subir a la tribuna cuando han cometido desmanes que en otro tiempo les harían subir al cadalso.
Pero es una parábola y, como tal, muy útil. Quienes nos gobiernan son eso, les mueve eso, subirse a la tarima. No son esos maquiavélicos príncipes que a veces nos tienta imaginar, sino grises funcionarios con ínfulas y ridículas vanidades.