Ya no cuela
En la guerra entre quienes solo quieren que les dejen en paz y quienes pretenden cambiar el mundo siempre ganan, por fuerza, los segundos.
Quien quiere que le dejen en paz, viviendo su vida como siempre la ha vivido, manteniendo tradiciones, trabajando para sí y su familia, confiando en un orden predecible y metiéndose en sus asuntos -la derecha, en definitiva-, dispersa necesariamente sus fuerzas, aborrece unirse a otros en la defensa de causas externas y dedica demasiado tiempo y energías en la propia vida como para poder hacer frente con éxito a quienes -la izquierda- concentra toda su potencia de tiro en conseguir unas metas planteadas con fervor religioso. Su tiempo es siempre el tiempo de la revolución y la ocasión del activismo.
Uno ve atónito a la izquierda (sensu lato) tropezando mil veces en la misma piedra y se sorprende de que se empecine en remedios y medidas de las que el más imbécil puede predecir el resultado ruinoso y destructor. No entendemos el componente religioso que les anima y que les hace tan agotadores como parejas de mormones yendo puerta por puerta.
Y es ese anhelo del conservador de volver a lo propio lo que le lleva con frecuencia a la cesión, al compromiso, garantizando para su bando una continua derrota progresiva.
A este lamentable estado de cosas, que explica en parte el triunfo universal de doctrinas demencialmente imbéciles y el retroceso constante de un conservadurismo que es natural en el hombre, se une un error inexplicable: la negativa a imitar al enemigo en lo que su estrategia tiene de eficaz.
Frases que deberían grabarse en la lápida de la derecha, cuando muera definitivamente
“Nosotros no podemos hacer lo mismo”. “Nosotros no somos así”. Frases que deberían grabarse en la lápida de la derecha, cuando muera definitivamente. Es la idea de que si actuamos como ellos, seremos tan malos como ellos.
Así, ayuntamientos y comunidades presuntamente gobernadas por la derecha se sienten obligados, no ya a permitir, sino incluso a subvencionar actividades que consisten básicamente en propalar la visión del enemigo y la demonización de la derecha. Es lo que está sucediendo en la Comunidad de Madrid gobernada por Ayuso con una obra teatral proetarra, que financia generosamente. No puede dejar de pagarse porque “nosotros no podemos hacer como ellos”.
Es un error de concepto muy irritante. En una guerra está claro que un bando no puede pasar a defender lo que defiende el enemigo, porque entonces no habría razón para luchar. Pero no se trata de eso. Se trata de que, si el enemigo lleva décadas ganando todas las batallas, a lo mejor es una idea excelente copiar sus métodos, armas, estrategias, tácticas. Es lo que haría cualquier general con dos dedos de frente.
Para triunfar, la derecha tiene que hacerse de izquierdas en lo metodológico, en lo tipológico. Tiene que incorporar todo lo que hace triunfar sus ideas, pero en defensa de las propias.