El bipartidismo es la base del régimen, la coartada del régimen, que solo con enormes dosis de disonancia cognitiva podemos seguir llamando ‘democracia’.
El bipartidismo es la hoja de parra del sistema, lo que lo salva de que la gente entienda cuál es la naturaleza verdadera de lo que tenemos, la anarcotiranía.
Anarcotiranía es encerrar a todo el pueblo por una gripe e irse de putas. Anarcotiranía es que una manada de esos que van a pagar nuestras pensiones pero que por el momento le pagamos todo violen a una niña y se les castigue con un cursillo de nuevas masculinidades, mientras le caen cinco meses de cárcel a un padre de familia por pintarrajear un mural feminista. Porque el régimen, como todos, es confesional y sus símbolos, hasta los más estúpidos, son sagrados.
Anarcotiranía es que se pierdan pruebas contra los cachorros del poder, contra los perros del poder, o se beneficien de errores técnicos o caduquen sus juicios, mientras Hacienda (Somos Tontos) se usa como un arsenal contra el enemigo y una amenaza contra el disidente.
Anarcotiranía es dividir el pueblo entre amigos y enemigos, y poner a los primeros por encima de la ley y a los segundos abrumarlos con reglamentos imposibles.
Anarcotiranía es el nombre del juego, es legislar en contra del pueblo y explotar la ingenuidad bipartidista de las masas para que todo cuele, para ir creando las condiciones de la última ideología: la de los poderosos decididos a pasarlo bien a costa de los que sea.