Corrían los años 80 y 90 de siglo XX bajo el entusiasmo de la reciente democracia, se podían contar chistes y hacer bromas de todo pelaje. Era común mantener amigos de otras ideologías, pero hoy, ya no es así.
En esta última década el pensamiento dicotómico de las políticas identitarias o “ellos” o “nosotros” se ha impuesto. O estás conmigo: con los grupos de víctimas, mujeres víctimas, regiones víctimas, ideología woke gays trans víctimas, teorías poscoloniales, indigenistas víctimas etc, o eres el enemigo y estás contra mí.
Las políticas identitarias surgieron en Alemania durante el extraordinario desarrollo económico tras la II Guerra Mundial, así las cosas, las izquierdas se dieron cuenta que; al mismo ritmo que los trabajadores mejoraban su situación económica abandonaban el marxismo y dejaban de votar a la izquierda. El caso es que los ideólogos empezaron a buscar votos en los grupos de víctimas.
El objetivo de las políticas identitarias es crear una “identidad grupal de víctimas” de “ofendidos”, y solo las izquierdas políticas los defenderán con garra. La segunda clave para que esto funcione y se transforme en votos cautivos para las izquierdas está en tener un enemigo común al cual se le pueda atacar. El enemigo suele ser la religión católica, la familia tradicional, los empresarios súper malévolos pero, en el pódium número uno se encuentra el hombre blanco heterosexual cisgenero abanderado de todos los males del universo. Pero si eres hombre gay te has librado y si eres hombre musulmán también.
Todos habrán advertido rápidamente que algunos políticos progresistas desean fomentar la polarización para tener el voto cautivo. Vamos a poner un muro, somos un partido feminista, que si ellos o nosotros, ya saben, lo de siempre…
Pero lo nuevo de este cabalgar mesiánico es que las ideas, se han adherido a la propia identidad, por este motivo el discurso -de un modo inquietante- es más emocional que nunca.
Defender estas ideas es defenderse uno mismo, y al que piensa distinto se le retira incluso el derecho y se le tacha de fascista, y precisamente por esto, en estas décadas, se puede cancelar y despreciar a quien no sea como nosotros, pues en realidad defiendo mi propia identidad.
Y con estas mimbres y ya bajando al barro, en esta aburrida década es cuando precisamente ya no se hacen bromas, ni se cuentan chistes, y nadie dice ni Pamplona, pero sobre todo, se han roto no pocas buenas amistades.
Obrando así, y revisando el tema, nuestros políticos son como los pésimos padres divorciados que intentan envenenar a su hijo en contra de su otro progenitor, triangulándolo con ideas infantiles llenas de odio, y la conclusión suele ser, que el hijo lo pague con su salud mental, -hoy en día tan de moda la Salud Mental-.
Al final, la propia Sociedad Civil es la que cuelga en las redes noticias políticas llenas de odio aunque sean mentira.
Todos hemos estado en grupos de WhatsApp donde sin venir a cuento, no se respetaba las ideas de los otros miembros. Muchos hemos tenido que aguantar esa “cortesía negativa”.
Y lo nuevo, bajo esta exposición, es que en el mundo polarizado solo se tengan amistades de tu misma cuerda.
Constituye un gran error caer en esta trampa. Yo me adhiero a la cultura de la Hispanidad que mestiza junta y no separa, pero que también sabía proteger lo grupal y actuaba en comunidad, y me adhiero también a lo que dijo el irreverente cantante catalán Alber Pla en un concierto: ¡Para qué tanto problema con lo bien que podemos estar todos juntos en la barra de un bar!