Ha intentado el ex ministro comunista entrar a tal velocidad en la puerta giratoria que ha salido disparado de ella.
Visto y no visto, Alberto Garzón ha sido despedido, con supersónico impulso de los suyos, apenas entró en el lobby de Pepiño, de Alfonos Alonso, del hijo de Pons, todos tan probos, tan honestos, tan santos, girando al pairo sobre el mismo quicio, remolino de amigos, de bussiness, de poder. Faltaba un comunista y lo encontraron en el hombre que quería prohibir la carne, las chuches, los juguetes que a él, mayorcito ya, no le gustaban, y algunas cosas más.
Garzón, el hombre-bala al que le dan dado la patada en culo, pretendía colocarse en el lobby para seguir viviendo del gobierno, como esos brazos amputados cuya existencia sigue sintiendo el cerebro como si aun se movieran. Porque ese es el mecanismo del negocio: seguir actuando como si aun siguieran siendo, seguir reuniéndose con los viejos colegas del poder como si todavía fueran sus iguales, hacer y pedir favores, intermediar, enredar, hacer llamadas, bailar el agua, comer en restaurantes caros, decir cosas superfluas, contar chismes políticos, citar a gente importante como si fueran íntimos, hacer altos análisis y sesudas predicciones políticas ante sus clientes, y cobrar, sobre todo cobrar por engrasar la maquinaria y abrir la puerta como si fueran ujieres del dinero.
Ese abanico de la cesantía que han montado los destituidos del poder para forrarse, acabará dando a la prensa días de gloria, y a los protagonistas, dolores de cabeza tras el intenso girar y el demasiado mareo del negocio.
A Alberto Garzón, antaño ariete contra las puertas giratorias de los otros, se le ha olvidado al terminar el trayecto su propio discurso. Ha hecho con esto lo mismo que con la carne: en su boda sirvieron esos esplendidos y jugosos solomillos de buey que a los demás quería prohibir. Ahora se queja y se duele de sí mismo, diciendo que la política es una trituradora. Lo sabe bien, porque él mismo ascendió e hizo su carrera subido a esa máquina de picar carne (y no precisamente fabricada con alpiste e imprimida en 3D) que fue la toma de poder tras el 15-M.
El giratorio Garzón corre ahora el riego de convertirse en Garzón el giróvago, el errabundo, el que vagabundea de un lugar a otro en busca de una puerta que se abra a su paso para encontrar el peculio. Ahora que le ha fallado el lobby, le veremos tocando a la puerta de Sánchez para que le de una embajada, un Correos, un Hispasat, o un algo en las Naciones Unidas.
El mismo que no la hincó cuando Ministro pretenderá seguir viviendo del cuento per saécula saeculórum.