Peregrinaciones a Lourdes, familias numerosas, crisis personales, humor cristiano… Además de un escaparate de vidas perfectas, plataformas como Instagram también enseñan la cara más vulnerable de estas celebridades, que se atreven a hablar sin tapujos sobre su relación con Dios. A ellos hay que sumarles un número creciente de personas anónimas que se han convertido en influencers de la fe gracias a su labor de evangelización. Jóvenes, curas, religiosos… todos ellos componen una comunidad de misioneros digitales que han hecho de las redes una vía para atraer a no creyentes
