Francàs expone varias preocupaciones sobre el uso del lenguaje y la política en España. En primer lugar, critica cómo se manipula el lenguaje, especialmente en las tertulias, señalando que términos como «ultraderecha» o «extrema derecha» se utilizan sin una definición clara, lo que lleva a una blanqueamiento de estas ideologías. Menciona que, paradójicamente, se etiqueta a la extrema derecha como peligrosa mientras que a la extrema izquierda se le da un matiz progresista, lo cual considera un error aceptado por muchos sin cuestionamiento.
En segundo lugar, discute la situación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Francàs aclara que el CGPJ no está «caducado» sino «en funciones», y critica la narrativa que culpa exclusivamente al PP por la parálisis en los nombramientos judiciales. Señala que tanto el PP como el PSOE tienen responsabilidad en la falta de negociaciones. Además, recuerda que el PSOE introdujo una ley que limitaba las atribuciones del CGPJ para nombrar jueces, lo cual considera una trampa que no se menciona en los debates, incluso entre los comentaristas de derecha.
