Tal día como hoy, 21 de septiembre de 1177, la ciudad de Cuenca era reconquistada por las tropas cristianas. Se ganaba así una plaza crucial en la ofensiva hacia el sur.
Cuenca estaba sitiada por los ejércitos de Castilla desde principios de ese año. Precisamente estas tierras habían sido escenario reciente de una de las ofensivas almohades: pese a la tregua de Castilla con el califa Abu Yakub, en el verano anterior los moros de Cuenca habían saqueado las tierras cristianas de Huete y Uclés. Aquello rompió la tregua y movió a Alfonso VIII a cercar la ciudad. A instancias del legado papal, cardenal Jacinto, Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón se reunieron con Fernando II de León. Fue en Tarazona. Había que reunir fuerzas y eso exigía cesar en cualquier querella interna. A partir de aquel encuentro de Tarazona, el sitio de Cuenca iba a intensificarse.
La cuantía de las tropas que convergen en torno a Cuenca es apabullante. La crónica nos cuenta que allí acudieron, a la llamada del rey, las milicias de Almoguera, Ávila, Atienza, Segovia, Molina, Zamora y La Transierra, las huestes del señor de Albarracín, Pedro Ruiz de Azagra, y las mesnadas de los mejores nombres de Castilla: el Conde Nuño Pérez de Lara, Pedro Gutiérrez, los descendientes de Álvar Fáñez, Tello Pérez, Nuño Sánchez. No faltaron las cohortes de las Órdenes Militares de Santiago y Calatrava. También Fernando II de León mandó tropas y, sobre todo, Alfonso II de Aragón participó de manera intensa en la empresa.
Aterrado ante semejante concentración, el alcaide moro de Cuenca, llamado Abu Beka, pidió refuerzos al califa Abu Yakub, pero el caudillo almohade andaba en ese momento demasiado ocupado en África. Sin refuerzos, el jefe moro intenta una solución desesperada: una cabalgada por sorpresa contra el campamento cristiano para matar al rey Alfonso de Castilla. Era el 27 de julio de 1177. Una hueste mora galopa furiosamente contra el campamento cristiano. Busca la tienda del monarca. Los nobles del rey salen a frenar a los atacantes. La refriega es sangrienta, pero los caballeros cristianos consiguen su objetivo: los moros se retiran y el rey está a salvo. Fracasado este último intento, a los moros de Cuenca sólo les queda resignarse a lo inevitable. A medida que pasan las semanas, la situación se hace más angustiosa: las catapultas golpean sin cesar los muros. Aparece el hambre. Se extienden las enfermedades. El calor del verano agrava las cosas. Sólo es cuestión de esperar: cuando las fuerzas de los defensores flaqueen, habrá llegado el momento de asaltar las inexpugnables murallas. Dice la leyenda que un pastor de nombre Martín Alhaja –como el de Las Navas- enseñó a los cristianos la forma de entrar tras los muros. Sea como fuere, el hecho es que entraron. El asalto duró una noche. Así se reconquistó Cuenca.
Otros hechos:
1542: Muere en Perpiñán el poeta renacentista Juan Boscán Almogávar.
1558: Muere en Yuste el emperador Carlos I de España y V de Alemania.
1870: Nace en Madrid el político socialista Julián Besteiro.