Tal día como hoy, 5 de noviembre de 1009, el conde de Castilla Sancho García, “el de los buenos fueros”, entraba victorioso en Córdoba, todopoderosa capital del califato andalusí.
Ocurrió que, a la muerte de Almanzor, el gigantesco aparato de poder construido por el dictador amirí se desplomó sobre sí mismo. Sus sucesores no pudieron mantener un edificio que descansaba sobre ejércitos inmensos, formados fundamentalmente por mercenarios bereberes y que requerían un constante ingreso en botín. El califato se desgarró en luchas internas y el principal factor de quiebra fue precisamente la facción berebere, que llegó a nombrar su propio califa. En Córdoba reinaba Muhammad II, que había llegado al poder tras un motín popular que derrocó al califa legítimo, Hisham II, ahora cautivo. Pero los bereberes habían nombrado a su propio califa: Suleimán. El caos era una oportunidad de oro para las huestes cristianas. Sancho, que había dedicado su vida a pelear contra Almanzor, veía llegado el momento de recuperar la línea del Duero y extender las fronteras de Castilla. ¿Cómo? Aliándose con los bereberes que querían conquistar Córdoba. Así el castellano se puso a la cabeza de enorme contingente y
marchó sobre la capital andalusí.
Muhammad vio lo que se le venía encima y encomendó la defensa a un veterano general eslavo: Wadhid. Pero en Córdoba ya no había ejército: la maquinaria militar de Almanzor se había disuelto en el torbellino de la guerra civil y las defensas de la ciudad se reducían a una tropa de aluvión alistada a toda prisa entre la población local; numerosa, pero sin experiencia de combate. Para reforzar el ánimo de su improvisado ejército, Muhammad había ordenado rodear Córdoba de fosas y trincheras. Pero al tener noticia de que los castellanos asomaban a orillas del Guadalmellato, a un día de camino de la capital, no tuvo sangre fría para aguantar la embestida. Persuadido de que el número de sus voluntarios sería suficiente para frenar a los invasores, confiado tal vez en los efectos euforizantes de la guerra santa, ordenó salir de la ciudad para plantar cara al ejército castellano y bereber. Fue un desastre. El choque tuvo lugar cerca de Alcolea, donde el Guadalmellato vierte al Guadalquivir. Bastó una sola maniobra, una carga de un escuadrón berebere contra el centro de las tropas de Wadhid, para que el frente de los defensores se deshiciera en medio de una enorme confusión. Los soldados del califa descompusieron sus líneas. Después, empujados por castellanos y bereberes, comenzaron a retroceder hacia el río. La crónica mora eleva a diez mil el número de cordobeses muertos, acuchillados unos, ahogados otros en las aguas del Guadalquivir. El conde de Castilla entró en Córdoba como conquistador. Tres días después, Suleimán, el califa de los bereberes, era solemnemente coronado. Sancho cobró lo que quería –botín y fortalezas- y se marchó. Era el primer caudillo cristiano que entraba en Córdoba como vencedor.
Otros hechos:
1770: Carlos III dicta la Real Orden de Reemplazo que establece el servicio militar. La “mili” durará hasta noviembre de 2000, bajo el Gobierno Aznar.
1835: Victoria carlista en la batalla de Montejurra.
1950: La ONU aprueba establecer relaciones diplomáticas con España