Tal día como hoy, 8 de noviembre de 1519, el conquistador español Hernán Cortés entraba en Tenochtitlán, la capital del imperio azteca, en el actual Méjico, y se entrevistaba con el emperador Moctezuma.
Cortés llegaba con unos quinientos españoles; lejos, a prudencial distancia, quedaban los aliados nativos del conquistador, indios que odiaban a muerte a los aztecas. Moctezuma recibió a los españoles como quien asiste a una fatídica aparición: desde diez años antes, el imperio azteca, sacudido por terremotos, plagas y sequías, aguardaba la llega del final, tal y como había predicho su dios y señor, Quetzalcoatl. Toda la religión de los mexicas se basaba en conjurar el regreso de ese dios, pues estaba escrito que con él terminaría la dominación azteca. Lo peor era que también estaba escrita la fecha: precisamente la que en esos mismos meses cruzaba el calendario. Moctezuma vio confirmados todos sus temores cuando sus mensajeros le contaron que habían visto en el mar «unos cerros que flotaban» y que transportaban hombres muy blancos con barbas muy largas. Para el emperador no hubo duda: los hombres de Cortés eran los enviados de Quetzalcoatl, que volvían para imponer la voluntad divina. Por eso le fue tan fácil a Cortés doblegar a Moctezuma.
Hernán Cortés había llegado allí movido por otras motivaciones. Desde muchos años atrás, los españoles de La Española y Cuba tenían noticia de la riqueza y poderío de aquel misterioso imperio que aguardaba tierra adentro. También supieron los nuestros hasta qué punto la mayoría de las tribus de la región detestaba a los mexicas, que ejercían un verdadero despotismo sobre todos los pueblos de los alrededores; un despotismo que incluía captura de cautivos para sacrificios humanos. La gran campaña
de Cortés incluyó la movilización de decenas de miles de tlaxcaltecas, zempoaltecas y otras tribus que creía por fin llegada la hora de su liberación. Cuando al fin entraron en Tenochtitlán, los españoles se quedaron asombrados por el esplendor del conjunto urbano; habían descubierto un mundo que parecía salido de las novelas de caballerías. Moctezuma, hombre reflexivo y fiel a sus dioses, que solía pasear con frecuencia por las imponentes ruinas de Teotihuacán, también vio llegada su hora. Sumiso, el emperador azteca se dejó apresar por los españoles y se reconoció vasallo de Carlos I de España. A partir de este momento, la conquista de México se abrió para Cortés y los suyos. Aún tenían que pasar muchas cosas, pero nada podría detener la caída de aquel mundo que se derrumbaba.
Otros hechos:
1517: Muere en Roa, Burgos, el cardenal Cisneros, cuando acudía a recibir a Carlos I
1576: Acuerdo de Pacificación de Gante: los Estados Generales de los Países Bajos proponen condiciones para la paz con España
1765: Muere en Ábalos, La Rioja, el marino y escritor Martín Fernández de Navarrete, primer gran historiador de la marina española.