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Si criticas al sistema te llamaban negacionista y ahora: facha

Si criticas al sistema te llamaban negacionista y ahora: facha

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La extraordinaria astucia del sistema consiste en asociar la crítica de tasca y taberna basada en peroratas con la crítica rigurosa de los científicos que nos decían que las vacunas no estaban lo suficientemente preparadas o que no estaban justificados los confinamientos. 

Al margen de las anécdotas, hay un enorme relato mediático para destruir al disidente. Analizando con más detalle, cualquier crítica al sistema era vista como “negacionista” y eso convertía automáticamente a la persona que “cuestiona la ideología dominante” en una especie de bicho raro, y se la ridiculizaba y censuraba.

De tal guisa, incluso la agenda dispone a la sociedad para que ella misma se autocensure, que nos vigilemos unos a otros desde el balcón. 

Por lo demás, nadie puede cuestionar lo más mínimo lo sanitario, la guerra de Ucrania, el género, las subvenciones a la inmigración, etc., pero, ¿qué ocurre si yo quiero saber “por simple curiosidad” qué razones dan los que niegan el cambio climático? La respuesta es el desierto; en realidad, al relato dominante le da igual la verdad. 

¿Ustedes han escuchado a personas explicar por qué Putin realmente invadió Ucrania desde su punto de vista? 

Cualquier persona que cuestione la guerra de Ucrania no volverá a aparecer en los medios de comunicación. Incluso el canal de noticias ruso RT -que yo mismo seguía- desapareció de las redes sociales nada más comenzar la guerra y solo sabemos de aquel conflicto; lo que nos llega a través del sublime mundo anglosajón de Ortega y Gasset y algún YouTuber, que por cierto, se arriesga a ver cancelado su canal. Cualquier persona que cuestione los actuales dogmas, se la juega.

Un éxito del sistema fue conseguir asociar a los expertos científicos críticos con el sistema con los paranoicos y meterlos en el mismo saco llamándolos  despectivamente de la misma forma: «negacionistas». 

Cualquier pequeño análisis contrario a las actuales creencias te convertía en negacionista y por defecto, en radical sin eticidad, terraplanista, antiuniversitario, desvinculado de la única verdad, etcétera.

Pero el concepto de negacionista ha comenzado a caer un poco en desuso y ha empezado a mutar en “es un fascista”; ahora todo lo que se sale de lo normativo “es fascismo”. Incluso tirar barro al presidente porque te has quedado sin casa por la gota fría. Una dicotomía de las de Barrio Sésamo pero que funciona para crear un nuevo marco mental divisorio que tanto beneficia a las élites políticas.

Una madre contaba -en un grupo de padres- que no aceptan a su hijo de 1 año de edad en la guarderia pública porque no ha presentado el documento que acredita que esté vacunado el bebé; otra madre, al oír esto, comenta que, -sin saber de Leyes ni derecho- le parecía que aquello de no aceptar a un bebé en una guardería “por no estar vacunado” era inconstitucional puesto que hay derecho constitucional a la educación y esto entra en conflicto con la imposición sanitaria de estar vacunados. 

Tras este comentario la gente miró a la mujer que acababa de cuestionar al sistema sanitario con extrañeza y desprecio, «¿era una negacionista?»

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